martes, 13 de febrero de 2024

Mi primera Regresión

       


      Cuando empezamos a diseñar la técnica que me permitiera acceder a otras vidas, por supuesto que la primera regresión fue la mía. Yo había tenido experiencias de ver sucesos de vidas pasadas con las técnicas de Barbara Ann Brennan. Las visiones las tenía yo y no la persona que estaba en camilla, lo cual no me entusiasmaba del todo. Yo quería que quien recordara fuera la persona en cuestión. La diseñamos una gran amiga sanadora y yo, y en primera instancia ella trabajó conmigo.


     Estaba en una situación emocional un poco extraña. Comencé a ver con mucha frecuencia a una persona con la que tuve una relación cuando teníamos veinte años. Sin duda alguien especial en mi vida, sin embargo, al darme cuenta que nuestra amistad no pasaría a ser una relación de pareja tuve una reacción desproporcionada. Comencé a llorar sin parar, y no me podían nombrar a esta persona ni recordármelo pues comenzaba a llorar  y todo lo que podía decir era “Me voy a morir de amor”. Conversé con mi amiga explicándole que no tenía razones reales para estar desgarrada de esa manera, que nuestras circunstancias no habían sido las mejores ni en aquel entonces ni ahora. Que necesitaba recordar, necesitaba saber que había sido de nosotros antes, en vidas pasadas. Con él en mente comenzamos nuestra primera sesión.

     La primera visión que tuve fue de dos niñitos chinos jugando. Era una calle empedrada angosta en un pueblo entre montañas, un día soleado con un hermoso paisaje. Estos niños eran hermanos y jugaban sin parar. Llevaban puesto trajecitos verdes oliva claro, me pareció que estaban vestidos iguales, y tenían sombreritos redondos en forma cónica. Éramos él y yo, hermanos, varones, chinitos, como de unos 8 años de edad, me atrevería decir que uno era mayor que el otro, pero no me pude identificar con uno en particular, solo sentí risas, juego, se divertían. Me quedé sumida en emociones y la falta de experiencia tanto mía como de mi amiga no nos ayudó, no sabía ella cómo guiarme para poder ir hacia adelante y conocer la vida de estos niños.

     En seguida salté a un sentimiento de odio profundo. No hubo imágenes, sólo una voz interna que se repetía constantemente: Lo odio, es un monstruo, lo odio, lo odio.

     Luego salté a una escena medieval. Yo estaba vestida con un traje trenzado al pecho, de falda larga marrón. De pelo rubio largo y rizado. Estaba parada en el frente de una casa como de madera, de piso empedrado, como un porche techado. Había enormes árboles alrededor con mucha sombra. Estaba como desesperada. De repente vi a alguien a caballo que salía a todo galope, le grite “No te vayas” varias veces, volteó y pude darme cuenta que era él. No era igual a quien es hoy en día, pero lo reconocí en sus ojos. Llevaba una capa marrón tejida como con una capucha que le cubría la cabeza. Luego me perdí tratando de saber qué estaba pasando, había mucho revuelo alrededor, no sabía si era por guerra o qué era lo malo que ocurría. Lo persiguen a lo lejos y sé que lo matan. Éramos novios. Lloro desconsolada y dejo de comer, me postro en una cama a  llorar. No sé cuánto tiempo duro en este estado pero supe que me eche a morir. Cuando muero él me está esperando. No tuve recuerdos del período entre-vidas en esta regresión.

     Después de estos recuerdos tuve mucho trabajo emocional que hacer. Por un lado hallé el origen de las lágrimas, pero todavía no sabía qué hacer con ellas. Trabajé intensamente en el perdón y en la aceptación de la muerte. Esta chica que vive en mi inconsciente se murió sin perdonar, sin aceptar, completamente devastada. Tenía que reconciliarme con ella de alguna manera para poder soltar las lágrimas. Fue un trabajo paulatino y con el correr de los días las memorias comenzaron a asentarse. Por otro lado, el saber que fuimos hermanos en aquella vida en China me dice que tenemos tiempo viniendo juntos a la tierra y de ahí la profunda conexión entre nosotros. Diferentes lecciones que aprender, diferentes roles. Hubo una vida con un profundo odio de la que no tuve datos. Hicimos entonces una segunda regresión.

     La primera imagen fue de una joven de unos trece años, sentada en un camino frente a un muro de piedras, estaba sola pensando y viendo con detenimiento el moho y el musgo que crecía entre las piedras. Estaba triste y embelesada en sus recuerdos. Vestía un jumper marrón con camisa blanca, cabello rubio, de tez blanca. Tiene recuerdos de una violación, como en un granero donde guardan animales, paja en el suelo, mucho dolor, no le cuenta a nadie. 



     Luego la vi en su casa con su madre. Era una casa oscura y pequeña, en un ambiente antiguo y rústico, muebles de madera, burdos, ventanas muy pequeñas. Empiezo a narrar la vida de esta niña. Vivo con mi madre, mi padre murió y nos dejó a cargo de mi tío. Ahora todas las tierras son de él, nosotras dependemos completamente de él. Él se cree dueño de nosotras, dije con rabia. Él viene a la casa y se encierra con mi  mama en el cuarto, los oigo a lo lejos, lo odio profundamente. Es claro que es el mismo personaje del que estoy buscando información, pero lo veo como alguien muy malo. Nos quitó nuestra fortuna, ahora él es nuestro dueño. Me viola cuando tengo unos once años y más nunca me pone un dedo encima. Nadie sabe lo que me pasó. Esto me marca con un odio que crece cada día. Me paso los días planificando como matarlo y sintiéndome mal por no ser capaz de hacerlo.

     Luego me veo mayor, mi mama está muy enferma. Yo la cuido y la atiendo, cocino, hago las cosas de la casa. Él sigue viniendo, yo no podía ni verlo a la cara, el odio me consumía. Nunca pude enamorarme de nadie, no había espacio en mi vida más que para el odio que sentía. Muere mi madre y él enferma. Ahora lo cuido a él. Todo lo que puedo pensar es en lo feo que es, decía constantemente “Es un monstro, debería matarlo, lo voy a envenenar” luego decía que lo iba a matar con un puñal por la espalda. Mi amiga que me guiaba insistía a lo largo de toda la regresión que yo tenía que perdonarlo, y eso me molestaba profundamente. Le respondía brava que no lo iba a perdonar nunca, que lo único que debería hacer era matarlo. Sin embargo, lo cuidé hasta su muerte. Yo ya era vieja y amargada, mas jugaba a seducirlo. Era como una locura odio-amor en silencio.

     Cuando muere yo me quedo desolada. Mi vida no tenía sentido sin odiarlo, estaba completamente perdida. Al poco tiempo muero de un ataque al corazón, me recuerdo agarrarme el pecho asustada, vestida completamente de negro con moño en la cabeza. En el momento de mi muerte él me está  esperando, nos abrazamos y empezamos a reírnos, como si todo hubiera sido un juego. Comencé  a llorar y le decía a mi amiga, no… no tengo que perdonarlo, lo amo, nos amamos, no lo tengo que perdonar porque no lo culpo. Experimente una felicidad que no conozco en vida y me quedo embelesada en la experiencia. Al rato pregunto, no sé a quién, sólo pregunto ¿Por qué tuvimos que tener una vida tan fea? Y me responden “Tenemos que aprender a donde nos llevan las decisiones que tomamos”. 



Seguidamente lo veo planificando una próxima vida, muy feliz contándome todas las cosas que íbamos a hacer, y yo le respondía que todo eso me parecía muy aburrido, que yo no quería nada de eso que él estaba planificando, y nos reíamos y nos reíamos. Yo no quería salir del lugar donde estaba, fue una regresión muy larga y mi amiga estaba ya cansada, pero yo no quería terminar. El sentimiento de totalidad y felicidad me arropó por completo y estaba renuente a salir de allí. Finalmente terminamos nuestra sesión.

     Los recuerdos del período entre-vidas son raros, porque son emociones sin forma, o por lo menos no se experimenta como los recuerdos de las vidas pasadas, que están llenos de detalles físicos. Sin embargo son los momentos más potentes y lo que me ayudó a calzar el rompecabezas y a que todos los recuerdos tuvieran sentido, por lo menos desde el punto de vista emocional. Pudiera decir que fue la fuerza que recibí para poder sanar. De cualquier modo, el camino a la sanación total es largo, y a pesar de superar episodios, las heridas quedan, igual que nos pasa en el plano físico. Puede que el dolor de una operación pase y ya no nos moleste, pero siempre nos queda una marca que nos recuerda lo que allí pasó.  

     Para mí, múltiples reflexiones se desprenden de estos episodios revividos. Tratando de verlo desde la perspectiva del alma, me doy cuenta de que si decido aprender del odio, más conveniente es lanzarme a una experiencia tan dolorosa con alguien que amo. Las decisiones son individuales y cada quien va tejiendo el tapiz de sus existencias como mejor le parece.

     Cuando en nuestra vida actual nos encontramos con almas con las que hemos venido a crecer en vidas anteriores, son relaciones con muchas aristas, ya que emocionalmente estamos intactos, es solo la mente consciente la que no recuerda, y por eso muchas veces nuestras reacciones son ilógicas. Por otro lado, el ver otras realidades es profundamente satisfactorio ya que se afianza el pensamiento de que esta realidad es un juego, y que la vida real es mucho más. El darme cuenta de que el amor es eterno me trajo una paz que crece cada día en la certeza de no hay pérdida, es decir, si me sitúo en el momento presente puedo pensar que perdí a alguien, bien sea por muerte o por ruptura aparente, sin embargo esta creencia está basada en la proximidad de cuerpos, solo eso. Habrán otras oportunidades, otras lecciones que aprender.

     También me di cuenta que el crecimiento es individual, y lo que hacemos es ayudarnos unos a otros en el proceso. Por eso el cambio de roles: esposos que luego son padre e hija, madres que luego son hijas, primas que fueron madre e hija, hermanos que luego son amantes. Para mí, entonces, el papel del amor de pareja es solo una faceta, por supuesto válida, pero creo que en nuestra cultura hemos sobredimensionada la búsqueda del amor romántico. Me es absolutamente satisfactorio darme cuenta que el concepto de almas gemelas es un completo absurdo. Esa idea de encontrar un amor único en que nos vamos sumergir para completarnos en una felicidad eterna no tiene sentido. Por lo que he visto tanto en mi regresión como en las regresiones que he hecho, me parece más que somos almas amigas con las que vivimos múltiples experiencias. Cada ser es completo, no necesita que nadie lo complete. Es un proceso de expansión.


     Para este momento hemos trabajado solo mi amiga y yo. Estamos ansiosas de ver si cualquier otra persona puede recordar al igual que nosotras lo hicimos. Este proceso comenzó en Enero del 2013. Casi un año después me decido a compartir con ustedes mis experiencias, con la idea de editarlo. Primero, movida por la necesidad de registro de mi trabajo y segundo, porque creo que son historias que merecen ser contadas.   

María Eugenia Mantilla
Diciembre 2013

Monja Medieval

 



        Tuve recuerdos de haber sido una monja en una época medieval. Ella estaba sentada en un cuarto de claustro muy pequeño, de altas paredes y una ventanita muy pequeña casi en el techo. Ella vestía un hábito blanco con velo. Tenía unos 70 años, era muy blanca y arrugada, pero lo que más me impacto fue el odio por ser monja. Su vida se desplegó ante mis ojos. Yo era la hija pequeña de una familia noble medieval. Mis padres decidieron que yo debía ingresar al convento. Yo no quería pero tuve que obedecer. En el convento me enamoré de un seminarista del cual salí embarazada.

     Reconocí a la madre superiora del convento, es mi madre en mi vida actual. Ella me convence de abortar. Me dice que mi familia me va a desheredar, que voy a tener que prostituirme para mantener a mi hijo, que el seminarista no va a dejar el seminario para casarse conmigo, y que, ya cometido el pecado, lo mejor que podía hacer era no tener mi hijo y servir a Dios para encontrar el perdón. Así lo hice. Sin embargo, la odie toda mi vida de monja por eso. La culpé de mi amargura, de mi desdicha, de mi desolación.

     Cuando estas memorias  se hacen presentes comprendo lo difícil de la relación con mi madre. Tengo problemas con ella desde muy temprana edad. Estos problemas se intensifican cuando comienzo a experimentar con otras religiones y a discutir temas filosóficos, religiosos e ideológicos en mi pre adolescencia. Nunca podíamos estar de acuerdo en nada y yo experimentaba una rebeldía incontenible. Cuando emergen estas memorias surge un odio que nunca antes había experimentado. Lloré amargada y llena de rabia 2 días seguidos.

     Al tercer día me desperté de golpe en la madrugada y en meditación comprendí que nunca fue ella la causante de tanto dolor. Que yo, aquella monja medieval, era una cobarde. Fui yo quien no supo decir que no, ni hacer valer mi postura. Tuve miedo al castigo, a la pobreza, a la vida. No me opuse a mi familia por miedo. Me victimicé, me entregue a la voluntad de cualquier otro menos a la mía. Todos eran culpables de mi desgraciada vida. El seminarista por cobarde, la madre superiora por impositora y dictadora. Mi familia por obligarme a hacer algo que yo no quería. Y yo... pobre de mí...

     Lo vi con tal claridad que el perdón fue instantáneo. Básicamente porque me di cuenta que no tenía nada que perdonarle a nadie, sino a mí misma por mi cobardía, mi pasividad, mi silencio. A partir de esta experiencia la relación con mi madre cambió como por arte de magia.  Sí, somos muy diferentes y sí, tenemos sistemas de creencias diferentes. Las dos estábamos atascadas por mi negativa a perdonarla/perdonarme. Al ocurrir esto, a las dos se nos han abierto los caminos de nuestra evolución, cada una bajo sus premisas, dentro de sus ideas. 

     Esta experiencia fue y sigue siendo la base fundamental del desarrollo de mi trabajo. Comprendo con el alma, con el corazón, con mi mente, con todo mi ser que recordar vidas pasadas es una herramienta útil, viable, utilizable y confiable para la comprensión de nuestra misión en la resolución de nuestras deudas kármicas.

     Me di cuenta cómo la claridad en el origen de sentimientos incomprensibles agarraban forma y se transformaban en memorias manejables donde el perdón, la aceptación, la integración de estas memorias me permitió encaminarme hacia la sanación de una relación que permanecía en una zona gris donde siempre inevitablemente surgían bloqueos, conflictos, sensaciones desagradables de las que nunca pude responsabilizarme hasta que comprendí de dónde venían.

     Fue revelador ver como decisiones que tomé en un pasado remoto afectaban y bloqueaban constantemente mi presente, y absolutamente asombroso cómo cuando acepté y me di cuenta que fueron mis propias decisiones las que me llevaron a donde terminé, dejé de culpar a otros de mis desgracias. Se desatan nudos kármicos. 

Maria Eugenia Mantilla

Hipnoterapeuta

 

martes, 18 de abril de 2023

Mi primera experiencia en camilla - Terapia Trastemporal




Hoy por primera vez pude hacer lo que llamamos Terapia Trastemporal y tuve la oportunidad de ver tres vidas. Mi sesión fue guiada por María Eugenia Mantilla.

En mi primera vida, soy un niño pequeño como de tres años. Parece tonto, pero me sorprendo al darme cuenta de que soy un niño (varón) y, cuando Maru me invita a describirme y me da la indicación de que me toque el cabello, me doy cuenta de que soy moreno y mi cabello es muy aspero. Mi madre es una mujer negra, viste de manera sencilla con ropas marrones y lleva delantal, no veo su cabello porque está cubierto con telas más claras como a manera de turbante. Tengo un hermanito aún más pequeño, es un bebé como de un año y ambos estamos en el piso. Nuestro hogar es muy humilde, distingo piso de madera, muy pocos muebles, solo una mesa cuadrada y un par de sillas. Mi mamá está mucho en esa mesa. Cose a mano, no veo que tenga muchas telas al rededor, me da la impresión de que más bien hace arreglos de costura.

No veo a un papá por ningún lado, pero cuando Maru me pregunta por él, tocan la puerta. Mi mamá atiende y deja pasar a un hombre, es un hombre blanco, de bigote y barba arreglada, lleva sombrero y está bien vestido, como con un uniforme rojo. Nos ve a mi hermano y a mí, pero pasa a hablar con mi mamá con seriedad. Lo hacen sentados en la mesa, creo que es mi papá.

En las noches la chimenea está encendida. Maru me pregunta si hace frío, pero a mí me parece que está todo bien. También me pregunta qué comemos, yo veo que nos hacen atol, me parece que es avena. 

Me llamo Emmanuel. Como a los cinco años puedo jugar afuera. La casa tiene como un pequeño corral al lado. Hay animales: un cochino, un par de chivitos y quizá algunas gallinas, pocas. Mi hermanito y yo jugamos en la tierra de ese corral. Maru me pregunta si hay jardín y yo solo le digo "no, es tierrita".

Cuando caminamos a la ciudad o pueblo el camino tiene piedras, no tierra como en dónde vivo. Pero vamos allá a comprar comida y algunos otros insumos. No veo que compremos mucho. Mi mamá entrega lo que ha reparado por la parte de atrás de las casas, las puertas de servicio, y le pagan con monedas. En una casa deja a mi hermano, lo entrega. Nos vamos y ella está llorando, pero lo ha dejado en una casa mejor que en la que vivimos nosotros.

De joven ando a caballo, no es mío, es de la casa donde trabajo. Tengo 17 años, trabajo en la caballeriza, lo sé porque cepillo lo caballos y cuido el espacio donde se encuentran.

Veo a un hombre, el señor que visitaba mi casa de niño, pero está más mayor, sin embargo su bigote sigue siendo característico en mi visión. Está indignado, ofendido, alterado. Hice algo malo, una chica que parece su hija está detrás de él un poco temerosa. No le he hecho nada malo, no tengo sentimientos románticos por ella, quizá un amistad. Entiendo que hemos compartido tiempo y que eso no está bien visto. Estoy arrepentido y pido perdón, creo que hasta me pongo de rodillas.

Siento un dolor muy fuerte en la cabeza ¿Me han golpeado o disparado? No lo sé, de alguna manera Maru me ayuda a entender que muero. Ella me pregunta que qué hago, yo me despido de los caballos y luego no sé a dónde ir. Me quedo sin dirección en medio del camino. Me busca el Maestro Jesús.

Voy a una segunda vida, me veo viendo al horizonte desde un acantilado, veo el mar y es como ver descanso. Llevo uniforme, los puños del uniforme son negros y llevan bordado, también llevo espada y pistola. Pero la guerra, o al menos mi deber, ya ha terminado. No siento que he perdido, pero no siento euforia por haber ganado, solo estoy aliviado de que ya terminó. Puedo regresar a casa y eso hago. Maru me pregunta por la bandera de mi bando, la bandera era de franjas horizontales blanca, azul y rojo.

Es una época de carruajes o los primeros carros, no distingo bien. Igual, una vez que llego de la guerra no salgo mucho. Mi esposa no está feliz ni triste de que yo haya vuelto, es una mujer blanca, de vestido y peinado, estirada y con una mirada que juzga. Pero no le pongo mucho cuidado, es más, reconozco que la ignoro olímpicamente. Tengo un hijo, un joven bien parecido, me alegra que no sea militar como yo, pero se mueve en la política, no sé si es abogado o algo así.

Mi casa es una buena casa, es bonita, grande, hay la servidumbre necesaria y espacios para recibir visitas en un salon con muebles, sillones y mesas. También tengo un estudio y biblioteca. En el estudio redacto cartas, me ocupo con eso y así contacto a conocidos. Leo libros, me gusta leer sobre Grecia, su arquitectura y su escultura... Pero es como buscar que hacer y no encontrar nada, luego de ser militar no sé qué más soy.

Mi hijo me presenta a su futura esposa, la apruebo, ambos lo hacemos, mi esposa y yo. Luego ellos tienen dos hijos. Estoy más mayor pero me siento anciano aunque debo tener como 60, es que estoy más gordo. Me hacen feliz sus visitas, especialmente por mi nieta, que es la mayor, debe tener como 4-5 años. Me quiere mucho, le da gusto verme y me da abrazos, así que la consiento, le muestro cuánto objeto pueda ser curioso a su edad, reloj o lo que hay en el estudio. Su abuela, mi esposa, reprueba que la mime porque no le parece que se comporte como una señorita debe hacerlo, pero mi nieta es una niña feliz y eso me da gusto. Bajo mi cuidado tiene permiso de hacer lo que quieras, no rompe nada, solo brinca mucho y se ríe. La reconozco, en esta vida es mi hermana menor.

Tengo 67 y ya estoy en cama, estoy muy gordo, mi nieta sostiene mi mano, es una señorita ya, debe tener como 12-13 años. En la habitación también están sus padres, mi hijo y su esposa. No veo a mi esposa por ahí, ni a mi nieto. Sé que muero.

Mi tercera vida cae con mucho sentimiento, siento rabia, mucha impotencia. Tengo mi puño derecho apretado frente a mí, con bastantes tatuajes. Soy boxeador.

De niño veía a los boxeadores como superhéroes, ahora solo veo que soy un espectáculo para que otros griten, escupan, silben y aplaudan. Mujeres y hombres todos son iguales. Decir que me desagrada es poco.

De joven y adulto joven fui boxeador, fui un tipo fornido alto, con tatuajes en el brazo derecho. Siento que debo hacerlo, que debo pelear, es mi trabajo pero no lo disfruto. No disfruto golpear aunque gane, no me gusta que me peguen. 

Cuando ya no soy boxeador, tengo mis peleadores, los veo pelear y no encuentro tampoco satisfacción en ello, solo veo a un par de hombres sufriendo lo que he sufrido. Pero es un trabajo, lo hago así me produzca asco, ira e impotencia la conducta de la gente que viene a ver estos espectáculos.

Mi negocio ha prosperado, tengo un gimnasio de boxeo más grande, pero mi vida es vacía, siento un enorme vacío. En esta vida no pude ver un hogar, ni de dónde venga ni uno que haya formado. Estoy segura de que ni me casé ni tengo hijos.

Durante toda la visión de esta vida me han dolido los brazos por completo, brazo y antebrazo, el dolor nunca cesó, es insoportable y salgo del trance sin dejar que Maru termine la sesión.

Todo lo anterior lo escribí el mismo día de la regresión ¡y menos mal! Ahora, ya han pasado un par de años y puedo ver muchas cosas con perspectiva.

De mi primera vida, la de Emmanuel, aunque no reconocí a nadie durante la regresión yo tuve la corazonada de saber quienes eran, pero todo era muy increíble en el momento. Mi mamá, es mi mamá de esta vida; mi papá, el hombre blanco, es mi papá de esta vida; mi hermanito menor, es mi hermano mayor en esta vida; y mi media hermana, mi hermana menor de esta vida. Hay muchas cosas que veo con amor de esta vida, desde que mi mamá detesta la avena desde niña y a mí me gusta como si fuera un plato de empanadas, como el hecho de que mi mamá en esta vida tampoco cría a mi hermano mayor. De alguna manera reconozco que ellos trabajan en su relación el tema del desapego. Por otra parte, recuerdo que mi papá -de esta vida- solía decirnos a mi hermana y a mí comentarios, bien ridículos, como que "había que mejorar la raza" y yo le contestaba "me gustan los negros como Will Smith", como lo más obvio del mundo, estoy hablando de conversaciones aleatorias en el carro cuando yo tendría 7 años.

De la segunda vida, empiezo a entender que había puesto mi propósito de vida fuera de mí y no dentro. Engordar fue la manera de autodestruirme, de llenar un vacío luego de que me retiré de mi carrera. En esto me meo a mí misma para cuando fue la regresión, estoy perdida y busco el propósito de mi vida afuera, lo que me define no lo sabía ver dentro de mí. Por otra parte con la vida de boxeador, entiendo el ODIO que tenía ese hombre al morbo, pues para el momento de la regresión me dedico a escribir artículos de farándula. Antes había trabajado en comunicaciones organizacionales y marketing, pero ese trabajo lo dejé porque quería algo mejor remunerado... pero detestable el amarillismo de la farándula. Cuando comprendí por qué no soporté ni siquiera la sesión completa, supe que era un trabajo que iba a dejar. Afortunadamente, fue muriendo poco a poco, de 4-5 artículos a la semana, pasé a hacer 3, luego 2, luego 1, luego ninguno. Al cabo de un tiempo me di cuenta que pude perdonar todo en esa vida, casi sin darme cuenta.

Greisy Nathaly Marcano

Hipnoterapeuta

lunes, 10 de abril de 2023

Prefiero ser sirena

 


Esta sesión que voy a relatarles fue tan extraña que, aun revisando mis notas y los recuerdos que tengo de ella, me confundo nuevamente al tratar de encontrarle algún tipo de lógica. Es verdad que podemos correr con la suerte de que las vidas pasadas de nuestros consultantes sean lineales, detalladas y llenas de sentido en todas las experiencias que haya vivido el paciente a través de su/sus personajes. Sin embargo, esto no siempre es así. En ocasiones la mente de nuestro consultante entiende símbolos, mensajes breves, algún lenguaje en código, o algo que simplemente como terapeuta no podemos entender ni es nuestro trabajo entenderlo.

De todas maneras, este NO fue el caso. Estamos trabajando en taller, y una de las cosas que empieza a inquietarme es que la persona que va a camilla es bastante inquieta. Esto solamente me preocupa porque sé que relajar el cuerpo ayuda más a la conexión, sin embargo al terminar de meditar juntas ella empieza a describir su experiencia en perfecto estado de trance.

Está en el mar, es mujer, está sumergida en el agua y no parece tener ningún problema para permanecer allí. Empieza a describir que está rodeada de medusas gigantes y que estas se ven como platillos voladores, dice que son de color rosadas con aguamarina. Es muy hermosa la imagen, es tranquilizadora, más no sabe qué hace allí ni parece que esté pasando nada en especial, así que le pido que subamos a la superficie.

Al salir ligeramente del agua, ella me dice que ve un barco. Yo lo visualizo como un barco antiguo, de velas blancas, pero lo veo algo distante y moviéndose. Al mismo tiempo, ella me comenta que está con ella un Maestro de nombre Galadriel. Le pregunto:

- ¿Qué te dice tu Maestro?

- Que siga el barco -responde ella, entonces hace exactamente lo opuesto.

El barco se va, ya no está. No entiendo por qué no quiso seguirlo, noto una rebeldía disfrazada de dulzura cuando le pregunto al respecto y me dice "no quise". Ella solo quería quedarse en el agua nadando con las medusas, pero no hay inquietud de nada, razón de nada. De alguna manera descarto que se trate de un fantasma, hay mucha fantasía involucrada en su experiencia en el mar y en lo que vendrá más adelante.

Al cabo de un buen rato le pregunto si hay alguna orilla a la vista, ella me dice que sí y la invito a salir. Me dice:

- ¡No! ¡No puedo! -casi con indignación- ¿Cómo voy a salir si yo no puedo caminar?

- ¿Cómo es esto? ¿A qué te refieres con que no puedes caminar?

Me explica que ella no tiene piernas sino cola, es una sirena. Le pregunto si puede hacer el intento de pedir piernas para poder salir, a lo que me dice que sí pero que no quiere. Le explico que es probable que haya algo afuera para ver, siento la asistencia de su Maestro de que en efecto salga del agua. Ella lo acepta pero dejar su cola de sirena por piernas le causa dolor, realmente se queja y hace gestos de desagrado con la cara.

Cuando sale y camina un trecho de playa, se encuentra con un árbol de forma extraña. Es de color negro y parece que pudiera emanar unos fluidos fosforescentes, es todo muy extraño y ella solo se fascina por las imágenes que se le presentan. La invito a que por favor pida una explicación a lo que está viendo, que pida asistencia para poder entender, a lo que ella responde:

- Es la evolución. Nunca me quiero transformar.

Hubo otras imágenes que, con toda honestidad, siguieron siendo igual de abstractas y psicodélicas. Yo en mi mente pido asistencia, pido un mensaje y me relajo, dejo que ella vea lo que quiera ver sin juzgar... Hasta que siento que me dicen "Vivir en la tierra no le gusta. Ella no se siente asistida".

Al cierre de la sesión, le comento el mensaje que me dieron. Ella siente mucha inquietud por todo lo que vio, y no es para menos, pero lo que quiere es que yo le "ayude" a darle significado. Yo le explico que si no tiene significado para ella en este momento, de repente lo tendrá después, pero yo no puedo darle ningún significado por ella. Lo que sí le digo es que me ha parecido una sesión ra-rí-si-ma, más que por las imágenes lo que a mí me dio mala espina fue que contrariara con tanta determinación la sugerencia de su maestro de seguir el barco. He visto antes consultantes dudosos de hacer lo que le piden sus maestros, pero usualmente tienen ellos mismos la corazonada de seguir el consejo porque ahí hay una ayuda, una asistencia. Esta paciente, deliberada y conscientemente, llevó la contraria.

¿Está mal llevar la contraria? Creo que la respuesta a esto está en la frustración de haber aprovechado muy poco la sesión, hay muy poco que ella sentía que podía ayudarla de esta experiencia. En cualquier caso, no respondo a esta pregunta con ninguna respuesta porque cada caso es diferente, cada paciente es diferente. En esta oportunidad, yo siento que aprendí que alguien muy diestro en trance, y de psiquismo abierto y sensible, definitivamente puede quedarse en una nota personal nadando en el inconsciente y prefiriendo ser sirena.


Greisy Nathaly Marcano
Hipnoterapeuta

miércoles, 1 de marzo de 2023

La vida de Yule


Gracias al trabajo constante en los talleres, he tenido la oportunidad de recordar -lo que a mí me parece son- bastantes vidas. Sin duda alguna, las suficientes como para reconocer, asumir y abrazar el personaje que vi y del cual les voy a relatar.

Esta es una práctica de 2º y 5º módulo, por lo que trabajamos en la sesión tres personas: una realiza la inducción, otra la guiatura y yo voy a camilla.

Lo primero que recuerdo es la visión de estar en una cabaña pequeña, con fuego en la chimenea, y aunque la vista que tengo es de un ambiente acogedor, yo siento mucha aprehensión. Me piden ver mis manos y veo unas manos muy grandes, muy gruesas, toscas, definitivamente soy un hombre. Me preguntan en dónde estoy y describo la cabaña, pero yo solo estoy sentado, con los codos en la mesa. Me preguntan si como algo, les digo que no. Me preguntan si hay agua, le digo que sí, pero no siento sed tampoco. Entiendo desde la mente que en este momento de mi recuerdo soy un fantasma, pero lo que más me arropa es la aprehensión que siento a moverme o incluso a dar respuestas.

Me piden entonces que vayamos bien atrás, para entender cómo fue que llegué allí, y me piden ver a mi familia. Ahora me encuentro cargando heno, sé que estoy en la casa de mi infancia trabajando con mi familia. Somos campesinos, tengo mamá, papá, dos hermanas y un hermanito pequeño, que es un niño como de 6 años, cosa que calculo por el tamaño. Me cuesta saber la edad de mis hermanas, no sé quien es mayor que quien, ellas se ven contemporáneas y yo, si bien me siento como un chico joven como de 14-15 años, soy muy grande. Me preguntan mi nombre, me llamo Yule, y como soy muy grande hago trabajo de fuerza, y me siento feliz haciéndolo, no siento que esto sea un trabajo pesado. No reconozco a nadie de mi familia de esta vida en mi vida actual.

Mi mamá atiende el hogar y cuida a mis hermanas, mi padre, que tiene la altura y las dimensiones de un hombre normal, se lleva los animales y otros frutos del trabajo de campo al pueblo, en carreta. Mi papá está muy orgulloso de mí, habla con otros sobre mi tamaño y mi fuerza, esto hace que un día unos soldados vengan al campo a buscarme. Mi padre me presenta, yo no siento que hable mucho, por la emoción de mi papá y la buena disposición de los soldados, me da gusto conocerlos, ellos son más bajos que yo. Hablan del futuro que tengo como soldado, me invitan a irme con ellos, mi padre también me alienta. Me despido rápida e ingenuamente de mi madre y mis hermanos, y me voy con los soldados.

Tengo algunas memorias de entrenar. Me siento muy tonto en el traje de malla y con el casco, pero tengo que entrenar para cuando vaya a pelear. Los soldados mientras entrenan son muy joviales, quieren entrenarme y se emocionan imaginando lo que voy a ser capaz de hacer cuando esté listo. Sin exagerar, puedo verlos a todos como una cabeza y media más bajos que yo. 

No sé qué edad tengo cuando empiezo a ir a la guerra. Mis compañeras tratan de averiguar en dónde estoy y no lo sé muy bien, no sé para quién peleo ni cual es la razón de pelear. No sé si es que no es importante o no lo distingo, lo que sí descubro rápido es que quizá fui físicamente diseñado para la guerra, pero me parece algo espantoso. Puedo ver con claridad cómo, usando una espada, puedo blandirla y matar de un solo golpe hasta a dos y tres hombres. Otra arma que uso es la lanza. Es una carnicería, pero estoy ahí y tengo que pelear, así no sienta ningún gusto por ello. Sé que mi cara es de asco, impresión y vergüenza. Sé que mis compañeras que me guían en la experiencia también están impresionadas.

Tratamos de ver qué más hago y por cuanto tiempo peleo, fue lo que hice toda la vida. El punto de quiebre, como Yule, lo tuve cuando en una misión hostil dentro de una aldea o pueblo, estoy de apoyo de un hombre -yo estoy a sus órdenes- que se enfrenta a otro, como cobrándole. Recibo la orden de matarlo, yo no estoy armado o veo que como el sujeto no está armado no hace falta usar un arma, así que lo ahorco. Ver la vida fugarse del cuerpo de este hombre me hizo sentir la persona más basura del mundo. Aquí me di cuenta que no podía más, necesitaba alejarme de todo esto.

Con unos amigos soldados, camaradas, me construyo aislado en el bosque una cabaña. Entre piedras, madera y paja, se levanta mi hogar en el medio de la nada, más o menos cerca de un riachuelo. No quiero pelear más, no quiero saber de nadie, solo quiero vivir en paz lo que me queda de vida. Puede que tenga unos treinta años, o treinta y tantos, pero ya he vivido suficiente. Con el paso del tiempo otros soldados son enviados a buscarme, quieren que pelee y me niego. Se van con mis negativas, más luego, en otras oportunidades vuelven y son más insistentes. Tratan de llevarme a la fuerza, tontos, yo puedo con ellos y mato a tres hombres y otro huye por su vida. La siguiente oportunidad fueron más preparados.

Estoy en el riachuelo cuando soy emboscado por entre 8-10 hombres armados, yo no lo estoy. Insisten en que debo ir con ellos, me niego y empieza la pelea. Quizá logré matar a uno o dos hombres, pero entre todos lograron vencerme. Ahora mi cuerpo yace en el suelo del bosque, yo lo veo y me regreso a mi cabaña. No sé cuánto tiempo he podido pasar ahí, solo y encerrado. Me abruman los sentimientos de vergüenza por todos lo hombres que maté, tengo miedo del infierno, de aquí todo el sentimiento de aprehensión que sentí al inicio.

Me dicen que vaya a la luz, pero yo no quiero, no veo ninguna luz, ni confiaría tampoco en ella. Me piden que busque a alguien que quise, pero por más que amé a mi familia no los quiero ver. Me siento como un monstruo que espera ser castigado. Me preguntan que desde cuando no vi más a mi familia, y les digo que desde que me despedí de ellos. Cuando empecé a luchar, no me podía imaginar más nunca al rededor de mi familia. Ellos eran gente buena y sana, yo era un monstruo. Me piden que piense en mi mamá y, aunque con culpa, lo hago. En ese momento, puedo ver como en la oscuridad de la cabaña se abre una luz blanca brillante en donde puedo ver a mi mamá.

No dejo de sentirme avergonzado y nada merecedor de estar frente a mi madre, pero siento cómo dejo de ser un hombre y me convierto en un niño nuevamente, hasta soy algo más bajo que mi mamá. Ella me abraza y me dice: "mi pequeño niño grande" y yo no puedo sino abrazarla y sentir su amor. Le digo que lo siento y ella solo me abraza, es como si me cubriera en su luz y siento que todo está bien. Luego se presenta mi papá en la luz, a él se le hace difícil mantener la mirada, frente a él vuelvo a ser el adolescente del que se despidió cuando me fui con los soldados. Mi papá se siente culpable con la vida que tuve, él se siente responsable, yo lo veo y sinceramente solo me alegra verlo. Le digo que no fue su culpa, él no sabía a lo que me enfrentaría y yo sé que él nunca tuvo mala intención. Lo abrazo y le digo que está bien, fueron mis actos y no los suyos. Mi padre me abraza y puedo volver a sentir que está orgulloso de mí.

Luego de ver esta vida apenas siento que pude hablar de ella, acá he dejado ver más del impacto que tuvo ver con tanto detalle la magnitud del desastre de vida y de sentimientos. Me preguntan que por qué viví esa vida, mis guías me responden que necesitaba aprender sobre el discernimiento. En esta vida aprendí la importancia de ser fiel a mi esencia, saber cuando decir que no, cuándo decir basta, además de aprender las consecuencias de seguir la corriente.

Greisy Nathaly Marcano
Hipnoterapeuta

domingo, 26 de febrero de 2023

Por fin recordó

 


En una de las formaciones tuvimos a una participante que, llegada a su 6º y último módulo, había tenido varias experiencias con ángeles y canalización de mensajes, más no había recordado ninguna vida pasada. Sé que en alguna de sus sesiones en camilla habían consultado si es que se trataba de una primera vida en la tierra, a lo que los maestros aclararon que no era el caso, ella ya había tenido otras experiencias de vidas.

Como había trabajado siempre con otras personas, se decidió que ahora yo trabajara con ella, esto para probar cómo sería la conexión entre nosotras. Es un dato curioso a tener en cuenta: la energía del terapeuta evoca cierto tipo de memorias en un paciente, nuestros Maestros saben lo que nos conecta y lo que ambos podremos manejar.

La sesión da inicio con la presencia de una luz naranja que luego se aclara en la presencia de un Ángel Solar. Según me describe ella, claramente en trance y muy relajada porque está familiarizada con las sesiones de sanación con ángeles, le están limpiando de ciertas emociones, miedos e inseguridades. Durante esta limpieza la luz que emite el ángel va cambiando de color a rosado, morado, dorado y azul. En el color azul le dicen que le hacen limpieza del tercer ojo.

Luego tiene dos visiones. Una de unos tigres enfrentándose, otra de personas dándose un beso, pero ninguna se desarrolla. Yo siento que a ella le cuesta creerse las imágenes y por eso se nos fugan, de todas maneras insisto en que se relaje y al mismo tiempo se concentre en lo que percibe.

Es de noche y ve destellos de luz. Cuando le pregunto que se vea y se describa, me dice que es una mujer, que salió a pasear de día y oscureció. Yo tengo una imagen de un hombre, no le digo nada, le pido que exploremos a su alrededor. Estamos en un muelle, de madera me describe, donde hay embarcaciones, vemos varios botes y un barco. Le pregunto que qué hace una mujer allí y ella misma no lo entiende, por lo que le pido que se vuelva a ver y muy sorprendida me dice "¡Ay, sí! ¡Es que soy un hombre!".

Se describe con claridad, es un hombre alto, moreno, fuerte, de 26 años. Es pescador. Dice que zarparon de día en el barco, también me dice que siente miedo de ahogarse. Durante la noche, se ve en un borde del barco, todo pasa muy rápido. En un momento parece que estaba muy tranquilo, yo lo visualizo sentado con los pies colgando hacia fuera del barco, y sin ninguna explicación se cae del barco y se está ahogando. 

En este momento se resiste arduamente. Tiene miedo a morir, miedo al dolor, miedo a la sensación de estarse ahogando. Quiere salir de ahí, dice que es horrible y no quiere sentir nada de eso; yo le pido que espere un momento, que veamos qué sucede. Acepta que así muere, de manera inesperada, ahora está un poco más calmada y manifiesta entender que no lo pudo evitar. Puede sentir como la luz de Dios la abraza.

En la luz, aprovechamos para preguntar por qué se le mostró esa vida. Le responden, "para que no se agobie con las cosas pequeñas". También le dicen, "las cosas pasan en el momento menos esperado. Es un proceso llegar a la luz. Hay muchos caminos claro/oscuros. No hay nada bueno ni nada malo. Las cosas en esta vida física no son nada, pero a veces pasan y nos sentimos ahogados. Vemos las cosas difíciles, no lo son".

Cuando conversamos con el grupo la experiencia, todos se quedan impresionados, no solo porque recordó sino porque en la mañana recordamos que ella estaba muy disgustada por haberse enterado que el hijo de un banquero reconocido había muerto, aunque de un golpe, al saltar de una embarcación. Nadie estuvo tan descolocado con la noticia como ella y este fue el miedo que, en su primera vez recordando una vida, salió a flote para ser sanado.


Greisy Nathaly Marcano.

Hipnoterapeuta.

lunes, 12 de septiembre de 2022

El hombre fuerte V.S. el hombre débil…

 




Antes de narrar mi Regresión…déjenme contarles un poco de mi vida actual:

 

        Nací dentro de una familia de ascendencia europea, mis abuelos vinieron de España, huyendo del hambre y el frio de la postguerra.  Las personalidades de mis abuelos y padres son muy variopintas: Mi abuelo por el lado materno, aunque no lo conocí, porque falleció cuando yo apenas tenía dos añitos de edad, me contaban que era muy bonachón y bromista, aunque sí muy centrado en la realidad terrenal; mi abuela, también por el lado materno,  me cuentan que era una mujer muy estricta de madre primeriza, aunque conmigo siempre fue muy amorosa, y andaba con ella para todos lados; mi papa era muy parecido a mi Abuelo, muy amoroso y bromista…..pero mi mama tiene una personalidad muy parecida a su mama, a mi abuela…

 

             Mi mama tiene un carácter un poco estricto, para ella tiene vital importancia el qué pensaran los demás, trata siempre de mostrarse como “correcta”, estricta, elegante, que ella siempre tiene la razón, y como ella me dijo una vez: “Prefiero que la gente me vea con temor y respeto, a que me vean como débil y condescendiente”.     Por ello, mi mama siempre nos critica a mi esposa y a mí que somos algo “permisivos” con nuestro hijo…

 

       Por otro lado, en la actualidad, trabajo en un colegio, como profesor, interactuando con adolescentes, con sus procesos propios de la adolescencia, con sus risas, pero también sus “rollos” propios de la edad. Yo trato de escucharlos y guiarlos, con amor y paciencia…pero muchas veces, esa actitud choca con mi jefa, que siempre de su rol, siempre me conmina a ser más estricto y severo con mis estudiantes...

 

             ¿Y por qué les hago toda esta introducción? ...porque en una de mis Regresiones, experimenté ser como una especie de vikingo. Que pertenecía a un clan que se dedicaba a conquistar, saquear y asesinar los pueblos indefensos por donde pasábamos, no había misericordia con las víctimas, es más, no nos podíamos dar el lujo de tener familia (esposa e hijos), porque era un signo de debilidad…

 

    Yo, a pesar de pertenecer a esa tribu de guerreros y conquistadores, en mi fuero interno, no estaba de acuerdo con esa filosofía, aun puedo ver las caras de los aldeanos atemorizados, esperando la muerte segura….

 

   Pero los jefes de mi clan, me insistían que nosotros éramos una casta de guerreros y conquistadores, que tampoco nos podíamos dar el lujo de ser misericordiosos con nuestras victimas…allí por supuesto, reconocí en los ojos, a mi jefa actual...

 

      Mi acompañante terapeuta me llevo al momento de mi muerte, y fue cuando al parecer unos soldados, que parecían romanos lucharon contra nosotros, y fuimos todos derrotados…

 

          Cuando experimenté la salida de mi cuerpo, y la entrada a los planos sutiles, me recibieron precisamente esos aldeanos que yo asesiné inmisericordemente, fue un momento hermoso y sublime, pues me recibieron con la más hermosa sonrisa, diciéndome que no había pasado nada…

 

   Luego de vivir esa experiencia, comprendo como la proyecto en mi vida actual, con mi mama, con mi jefe…con mi empeño en cumplir las expectativas de los demás, es más, ahora que estoy escribiendo esto…creo que comprendo el por qué fue tan difícil tener hijos en mi vida actual (nuestro hijo actual, Samuel, es adoptado, pues fue imposible que mi esposa quedara embarazada).

 

     Tal vez lo veamos como Karma, pero creo que, si algo hemos comprobado, es que, si atraemos a nuestra vida un determinado patrón o vivencia de manera repetitiva, lo más probable que la raíz provenga de alguna memoria, ya sea de nuestras vidas pasadas, presente o paralelas, e inexorablemente seguirán sucediendo hasta que lo sanemos.

 

Daniel Luque

Hipnoterapeuta

 

 

miércoles, 21 de octubre de 2020

El perdón está vivo



 

     Recibí la llamada de un viejo amigo pidiéndome una sesión, por muchas razones,  pero principalmente, porque quiere ganarse un millón de dólares en los próximos 3 años. Esto representó para mí un verdadero conflicto y me vi enfrentada a una vorágine de emociones.

     Su petición requirió una honesta reevaluación de mí misma. Mientras más trataba de explicarle a mi amigo la naturaleza de mi trabajo más se empeñaba en que eso era justamente lo que él necesitaba para ganarse su preciado millón de dólares. Además, mientras más indagaba acerca de sus necesidades más honesta comenzó a parecerme su petición. Pude observar que viejos dolores y angustias fútiles enturbiaban su claridad mental y perdía mucho tiempo en culpas y remordimientos. A pesar de su aguda capacidad para hacer dinero, que además no le falta, él quiere más. Tuve que reconocer que esta premisa proviene de mis prejuicios y culpas relacionadas con el hecho de “tener”.

     La sesión de mi amigo nos sorprendió. Comienza a relatarme: “Estoy parado frente a una cueva, me asomo y la luz que viene de adentro me ciega. Me conmueve y tengo ganas de llorar, es una hermosura para la cual no tengo palabras. Del cielo cae un tótem gigante, como una piedra del tamaño de un edificio, cae justo al lado mío”. Para este momento comienza a hablar en trance, con una sutil variación en su voz. Como si sus preguntas y las mías se amalgamaran en un solo movimiento mental y alguien nos estuviera respondiendo a los dos: “El perdón es contundente, veraz, total y macizo como esta piedra. Cuando llega no existen dudas. El perdón está vivo, como está viva la luz en esta cueva. Para entrar debes poner la rodilla al suelo, en genuflexión, con reverencia y humildad ante el perdón. No tienes nada que hacer, solo rendirte ante el perdón”.  Me describe la imagen de un caballero medieval con armadura, entregando su espada, rodilla al suelo en reverencia, y lágrimas en los ojos ante la majestuosidad del Perdón. Nos quedamos largo tiempo embelesados con las imágenes un poco renuentes a regresar a nuestra realidad material. Él repetía una y otra vez: “Está vivo, el Perdón está vivo.”

     Lo primero que me dice es que él pensaba que el perdón era una idea, algo bueno y justo que gente de bien debe hacer. Un movimiento intelectual, relacionado con la cabeza, con las ideas, con la religiosidad. Esta experiencia cambió por completo nuestra percepción. El Perdón actúa ante nuestra humildad  y nuestra voluntad de rendirnos ante la luz del Perdón. El Perdón no es algo que nosotros hagamos o dejemos de hacer. Lo que borra, lo que deshace, lo que limpia, lo que cambia en nosotros no lo hacemos nosotros, lo hace el Perdón con su luz propia. Quizás lo más importante es que es una decisión personal, individual, voluntaria en cuanto a entrega, más no en cuanto a lo que sucede sumidos en la luz.

     Nuestras ideas comunes acerca del perdón implican generalmente a “otro” que “perdonamos” cuando lo vemos culpable. Según lo que se nos reveló esta idea no es válida. Veo la cabeza como el símbolo del ego, la genuflexión como la necesidad de doblegar nuestra personalidad. Deduzco que al ser sumergidos en la luz del perdón se borran las fronteras entre el “yo” y el “otro” y esta aseveración proviene de la experiencia de no sentirme culpable al “querer” y de no ver a mi amigo “ambicioso”. Incluso lo que veo es un ser humano caritativo, generoso, creador de oportunidades y abundancia para él y para todos los que le rodean.

     El Perdón es entonces una experiencia transformadora del mundo que ves. Lo que se perdona es la culpa. Sentirse culpable o culpar a otros es una manera de verte a ti mismo y de ver al otro. Sanar sería entonces liberarse y liberar al otro de la culpabilidad, y por consiguiente sobreviene otra manera de ver. Sanar es entonces ver las cosas que nos suceden de otra manera. Sanar es ver a los demás de otra manera.

      Por supuesto surge la pregunta: ¿Cómo se puede ver al asesino de otra manera? ¿Cómo se ve al ladrón de otra manera? ¿Al infiel? ¿Al chismoso? ¿Al aprovechador, al mentiroso, al violento? Para esto no tengo una respuesta. Cualquier cosa que te diga empañará tu experiencia. Si sabes o crees que sabes cómo se siente alguien que no juzga, que no culpa, esta idea preconcebida envenenará tu mente no permitiéndote una experiencia real. Cuando tengas la experiencia, esta es tan contundente que no te cabrá la menor duda que el Perdón ha transformado tu manera de ver el mundo. Sin palabras, sin excusas, sin racionalizaciones. Es un fenómeno de expansión de la mente.

     Lo que yo hago conmigo misma para poder saber en qué punto me encuentro es estar atenta a cómo me siento. La molestia, la irritación, el rechazo, la rabia, incluso hasta el más leve malestar es indicador de áreas no sanadas, no perdonadas, no trabajadas. Áreas donde quedan secretos que no he querido sacar a la luz. Estos secretos los escondo o  escondí  por vergüenza, por sentirme culpable. Estas zonas de dolor las ocultamos para mitigar el sufrimiento. Sin embargo, solo el sacarlas a la luz puede prometemos sanación.

     El mecanismo es más o menos así: me avergüenza, lo escondo, y luego me olvido pretendiendo que el olvido sane, que el tiempo sane, que la distancia ponga tierrita de por medio en la ilusión de esconder lo que me duele. De esta forma, mi mente se fracciona y busca experiencias que la ayuden a integrarse, completarse, sanarse. Entonces, aquella persona que despierta el monstruo se convierte en la persona más importante de mi vida. Se convierte en mi oportunidad de sanar. Así lo afronto, así lo veo. El Perdón está vivo. No tienes nada que hacer, sólo bajar la cabeza y rendirte ante el Perdón.

 

Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta

viernes, 9 de octubre de 2020

Cada vida, una enseñanza.


     Este trabajo será narrado en primera persona, ya que fue escrito por mi paciente. Al comenzar la experiencia estoy en una roca de lajas salientes, a la orilla de un risco, hay un pueblo abajo y un riachuelo que cruza el espacio a lo lejos, estoy sentada en la roca, con la piernas colgando y los brazos extendidos al sol, invocando la luz para ver el mensaje de los maestros ascendidos.

     Soy Anna. Estoy en una taberna, sola, tengo entre mis manos una jarra hecha de madera llena de vino. Uso ropa de hombre, piel blanca, quemada por el sol, cabello largo y labios pintados, miro a una mujer desde lejos, es Alicia. La veo caminar y moverse por el espacio, mientras sirve las otras mesas. Veo en mi mesa lámparas con fuego que alumbraban el lugar, habían grandes calderos en el fuego preparando comida quizás sopa. Me gustaba mucho ese lugar,  bebía y observaba a Alicia, mientras esperaba que la taberna cerrara. Yo vestía pantalones y botas de cuero hechas por ella misma, Alicia usaba un vestido blanco con delantal y botas de cuero hasta la mitad de la pierna (Anna se las había hecho). Era hermosa, tenía el cabello negro y ojos claros, era de piel clara y con un cuerpo de curvas perfectas. Anna la esperaba en las noches y se veían de forma clandestina. Anna tenía 26años y Alicia tenía 23 años. Se conocían y jugaban desde niñas. Cuando tenían 16 y 13 años se bañaban desnudas en el río y comenzaron un romance en secreto que duró toda la vida.

     En sus encuentros secretos y clandestinos, Anna enseñó a Alicia a leer y también aprendió a suma. Todo en secreto, porque para la época las mujeres no podían aprender a leer, eso era tarea para algunos hombres con gran posición económica, pero Anna había aprendido en sus viajes como comerciante. Anna era experimentada, recorría muchos lugares, vendía pieles y conocía mucho del mundo, conoció a muchas mujeres pero siempre volvía con su amada Alicia.

     Anna era la menor de 3 hermanos. Vivían con sus padres en una cabaña de madera. Su padre criaba ovejas, luego comercializaban su lana. Anna era una niña libre de pensamiento y sus padre desde pequeña la dejaban ser aventurera. Sus hermano mayores trabajaban con el cuero de chivos o cabras y enseñaron a Anna el oficio de la talabartería. Su padre trabajaba mucho pero un día se fue y jamás lo vio regresar. Su madre murió enferma con fiebre muy alta. Ya eran adultos y todos se dedicaron a sus vidas. El mayor tenía esposa y dos niñas y vivían en la casa. El menor tenía una novia, nada importante.

      A los 34 años, Anna regresó de un viaje y Alicia tenía una fiebre muy alta, Anna la vio morir entre sus brazos, había dejado de respirar, con mucho dolor respiro profundo y entendió que su gran amor había muerto. Luego de la despedida, cuando dejaron su cuerpo sobre una balsa en el rio, se fue y jamás regresó al pueblo.

     Ella vivió en muchos lugares. Aprendió herrería y orfebrería. Hacia piezas de metal para ponerle a sus bolsos y botas de cuero, hacia hebillas, tachuelas, esquineros para libros, piezas de apliques. Una vez un hombre, que reconozco como mi actual esposo, me robó la mercancía. Lo persiguió por el lugar, se trataba del trabajo de su vida, piezas muy costosas por lo complicado de su elaboración. En la persecución vio sus ojos cuando el cayo en el camino, ella lo dejó ir porque el robaba para alimentar a sus hijos, dejó de correr tras él y lo vio alejarse en el camino, jamás lo volvió a ver.

     Anna tenía muchos amores clandestinos mas nunca volvió a enamorarse, era solitaria en su mundo. Muchos la querían, porque era una persona caritativa y de buen corazón, casi para cumplir 40 años Anna le dio una fiebre muy alta y temblaba mucho, le dolía mucho la cabeza sobre su ojo derecho y su corazón dejó de latir, sin miedo salió de su cuerpo.

     Alicia la esperaba en un campo de luz, era hermosa, Anna tenía 26, Alicia 23, la tomo de la mano y subieron unas escaleras de madera, luego pasaron un rio por un puente de madera, cerca había un campo con flores amarillas muy pequeñas, ellas se tiraron sobre él césped, levantaron sus manos y podían ver como los rayos solares cruzaban sus dedos, se transformaron en mariposas y emprendieron vuelo a la eternidad.

     Ahora recibe información clara y concisa de sus Maestros que le dicen: No importa lo que digan los demás, eres fuerte, valiente, con un gran corazón, no dejes de ser quien eres, no temas.

      Comenzó a relatar la vida de Sebastián Antonio. Corría para esconderse en una persecución. Hombres a caballo lo seguían porque había estado robando comida para el pueblo. Robaba Acelgas y batatas, vestía con ropas hechas con tiras de cuero negro, botas hechas con tiras, tenía como unas piezas colgando como si fueran faldas, sus piernas estaban desnudas al igual que su pecho, tenía 38 años, era un tipo burlón de la justicia, divertido, corría junto a su esposa, (eran como bandidos tipo Robin Hood). Ya a salvo de la persecución y escondidos saciaban la excitación que la huida les producía. ¡Se amaban y adoraban con locura! A través de unos árboles bajos de uvas de playa veía a caballos con sus grandes colas negras galopar hacia su izquierda, realmente era un espectáculo, a su lado una hermosa mujer, (era Alicia) ellos tenían 2 hijos rubios de ojos claros también. Él tenía piel oscura y cabello ondulado.

      En una persecución una flecha cruzó la espalda de Sebastián Antonio, la sangre corría por la punta de la lanza que se incrustó en la tierra al caer, la sangre y la tierra se unían como uno solo fluido. Su cuerpo fue arrastrado por quienes lo cazaron y lo llevaron a una plaza donde lo colocaron amarrado por los brazos en un tronco mientras su cabeza y sus piernas estaban colgando por la gravedad de un cuerpo sin vida. Sus hijos fueron testigos junto a su madre que lloraban desconsoladamente, él (yo) los observaba resignado pero con valentía, el había cumplido su misión y ese era su destino, sus hijos habían aprendido de las hazañas de su padre y con esa imagen le dieron una lección al pueblo, todos lloraron de tristeza.

   Después de que este hombre muere en aquella vida, recibe información de sus guías con respecto a los acontecimientos de su vida actual. Para el momento que mi paciente viene a consulta, su esposo, que se vio vinculado a un hecho de corrupción en su lugar de trabajo, cae preso aparentemente como chivo expiatorio. Le dicen: Luis, su actual esposo, está cumpliendo una misión y está aprendiendo de esta experiencia. Su hijo sabe que robar es malo, Luis lo salvará con sus conocimientos de lo que ha experimentado ya que su hijo más adelante podría estar en problemas por su carácter violento. Pronto será libre, su lección está a punto de consolidarse.

      Ahora comenzó a relatar  la vida de Jennifer. Princesa heredera de un reino, su padre el Rey la amaba con locura, su madre, la Reina, a quien reconoce como su madrina en su vida actual, era muy amorosa, la consentía y peinaba sus hermosos rizos rubios.  Jennifer jugaba en el rosal y se pincho los dedos con unas gruesas espinas, lloraba con un llanto de niña muy chiquita, tendría 3 años máximo, su madre la adoraba y la cuidaba con mucho amor, su infancia fue feliz, su padre siempre salía con los caballeros del reino en grandes cruzadas luego regresaba y ella se tiraba en sus brazos mientras él la hacía volar en el aire al ver su alegría.

     Su padre murió cuando Jennifer era una adolescente de 16 años aproximadamente. Su madre era la reina encargada de seguir el legado de su esposo, una mujer madura mas aun con juventud. Sostenía encuentros clandestinos con alguien del castillo. Jennifer lo notaba y callaba, porque su madre era feliz. 

     Jennifer de 23 era amante del herrero del reino, se llamaba Juan Carlos de 34 años, su esposo en su vida actual. Era un moreno, grande, musculoso y siempre sin camisa, cerca del fuego donde fundía el acero, Jennifer lo observaba. En esos encuentros había mucha violencia, todo al calor del fuego, la oscuridad y la clandestinidad del castillo. Un día y sin importarles mucho a ambos,  él salió de la vida de Jennifer. Dejaron de verse y se él fue del castillo.

     Jennifer comenzó a tener encuentro con hombres y mujeres, nada serio. Todas las salidas clandestinas. Andaba en pantalones, tomaba vino y una que otra mañana amanecía con alguna chica que desconocía su identidad.

     Ya de 40 años, vio morir a su madre en la misma cama donde murió el rey. Ya era una mujer mayor y Jennifer tuvo que asumir su rol de reina. Comenzó a ser más responsable y a participar más en las decisiones que se tomaran para beneficio del pueblo.

      Hubo una temporada en que pueblos muy cercanos sufrían las consecuencias de las guerras de sus reinos y los habitantes venían a su reino a robar alimentos para vivir. El pueblo de Jennifer era uno de los pocos donde no existían carencias ni pobreza, pero había que aplicar leyes que permitieran la convivencia y castigar a los que incumplían. El pueblo lo exigía ante el vandalismo, un día Jennifer tuvo que tomar una decisión muy dura para su vida, que marcó sus recuerdos por siempre ante el dolor que le produjo; un hombre (Luis, Mi esposo) fue llevado ante su presencia porque había robado comida y ella tuvo que dar el ejemplo, sentenció lo que las leyes dictaban, ordenó que se le cortaran las manos y luego lo apresaran, donde no pasó y mucho tiempo y murió. Esa experiencia fue terrible para ella porque ese pobre hombre robaba porque su gente moría de hambre y ella aunque era la reina no podía justificar su acción, tenía un reino que controlar, que dirían sus súbditos? Y sus ministros? Los ojos de ese hombre quedaron en su memoria para siempre.

     Muchos años después, ya tenía más de 50 años, adopto una niña que veía en la calle, tenía 5 años se llamaba Eliana, lo reconoció como Gael, su actual nieto. Le enseño a ser una princesa. Fue muy estricta en su educación, la estaba preparando para ser una reina y a la edad de 14 años Eliana, vio morir a Jennifer y heredó el trono junto a las obligaciones del reino, su ministro sería el encargado de guiarla en ese camino.

     Jennifer hizo su transición a la luz y fue una sola con el sol, las nubes, el aire. Sus Maestros le dicen: Las leyes fueron creadas por los hombres para poder convivir, las personas deben asumir las consecuencias de sus actos porque ellos crearon su propia realidad.

     Al finalizar la experiencia, vuelvo a la roca, luego despego como un águila y cruzo el arcoíris, luego bajo en picada y planeo en un vuelo muy bajo entre las rocas y desaparezco.

     El trabajo principal y origen de esta sesión fue el desafortunado hecho de que su esposo cayera preso. Trabaja en una oficina gubernamental y la cuerda se rompió por la parte mas fina.  Nuestra tendencia es a creernos víctimas de la situación. Aquí comprobamos como tanto su esposo como ella sienten culpabilidad por actos delictivos en vidas pasadas. Unidos por el mismo karma, ahora tienen que lidiar con sus propios sentimientos de culpabilidad. Al ver lo sucedido, y hablar acerca del perdón, el asunto fue esclarecido, no pasaron ni tres meses y su esposo fue liberado. También fue mucho lo que trabajo con los ejercicios del Curso de Milagros, que son en esencia, 365 formas de perdonar. 

 

Entre la esclavitud, la Tiranía y la Libertad.


      Es siempre muy interesante el proceso de dejar fluir las memorias. Siempre hay una sensación de: "Y si me lo estoy inventado yo mismo" a lo que siempre respondo "no importa... invéntalo, imagínatelo..." Las memorias van encajando poco a poco hasta que luego se convierte en un flujo casi imparable de eventos, llenos de sensaciones, dolores, miedos irascibles que se van desplegando. 

     Hay personas muy racionales que no pueden superar esa sensación de fraude, y esto dificulta la posibilidad de la revelación. Otras se asustan y bloquean las imágenes haciendo imposible que fluyan los recuerdos. ¿Cómo sabemos que son reales y no nos lo estamos inventado? En la medida que se abre el flujo de información, este viene cargado de dolores y sensaciones, miedos y pensamientos, y sobre todo, de compresión de los personajes que aparecen, que además nos son conocidos, ya que sus pensamientos rondan nuestra pisque una y otra vez.

     Después de superar los obstáculos iniciales, la primera imagen que tiene mi paciente es de una chica corriendo en un bosque, muy asustada. Tiene unos 20 años, no entiende que es lo que le está pasando. El miedo la ciega. Le pido entonces que vea su vida a los 10 años y empezaron a fluir sus memorias. Ve a una niña ayudando en la cocina a la que en principio creíamos era su madre, incluso la reconoce como su madre de la vida actual. También reconoce al señor de la casa como su hermano en la vida actual.  Siente que en aquella vida sus relaciones son distantes, es muy callada, no habla con nadie. Viven en una granja donde logramos ver caballos y pasto. Con pocas pistas vemos discurrir una vida solitaria. Empieza a sentirse mal y me dice que le están pegando, el señor de la casa la está azotando, huye al boque. Me dice: no es mi padre, no son mis padres, soy algo así como una esclava. El hijo del señor y yo nos enamoramos. No lo permiten. Él está en el bosque conmigo, pero se regresa, me deja. Yo huyo. Reconoce a su amante como su hijo menor en su vida actual. Llegó a un pueblo lejano, más nunca volvió a ver a la familia donde creció. Consigue trabajo en la oficina del correo. Su vida transcurre entre la rutina y la soledad. No se casó. No tiene familia. Me dice: Ahora soy vieja y tengo una pequeña bodega en mi casa. Sola, muy sola, seca, en silencio. Muere y viene un ángel a recibirla. Es importante acotar que en su vida actual, cuando nació su segundo hijo, que reconoció como el hijo de los señores de la casa donde se crio, le dio una severa depresión postparto; le horrorizaba no querer a su bebé. En tratamiento logro superar el rechazo. Ahora su hijo es adolescente y tienen una buena relación. 

     Luego llegan imágenes de una mujer activista, luchadora social que no acata el estatus quo ni las diferencias de género. No entendemos bien en qué circunstancias ni porqué, pero después del veredicto de un tribunal, ordenan decapitarla, con guillotina, lo cual nos ubica algo en la época histórica. Con un dolor de cabeza muy intenso deja esa vida, con mucha frustración y preocupada de dejar a sus niños. Reconoce a su actual esposo como su pareja de aquella vida y se va tranquila y confiada de que su esposo los cuidará bien.

    Luego baja las memorias de su vida de guerrero aborigen africano. Siente su fuerza  y movimiento, su forma de vida avocado a la acción. Describe asombrada como no piensa, solo actúa. Su vida giraba alrededor de las guerras entre tribus. Ganar, perder... la vida es ir a la guerra a medir la destreza, la fuerza y el poder. Vio su funeral con gratitud. Un ritual lleno de alegría y celebración, hermoso, con música y cantos. Bailaban alrededor y con la plataforma de ramas y palos donde colocaron su cuerpo, con flores y velas. Murió satisfecho. Es posible que la fuerza de este personaje venga a asistirla en el logro de sus objetivos de vida. No sabemos, pero siempre hay una razón profunda para evocar memorias.  Puede que nosotras no entendamos la razón, pero el alma sabe perfectamente que ingredientes necesita su psique para conocerse, reconocerse, y redimensionar sus habilidades y capacidades aprendidas en vidas pasadas. 

     Por último viene a sus memorias una mujer autoritaria y decidida con tendencia a la tiranía. Su padre, que reconoce como su padre en su vida actual, tiene una fábrica, con la cual logró buena fortuna. Su madre la reconoce como su hermana en su vida actual. Son dos hijos, ella y su hermano mayor. Sin embargo, su hermano con desparpajo y despreocupación no quiso encargarse de los negocios de su padre. Ella se casa, y reconoce a su actual esposo. Tienen un hijo. Mas su esposo la deja por otra mujer y se separan. Ella asume la tarea de encargarse de la fábrica de su padre con gran diligencia, pero perdió el balance en cuanto al poder que ejerció con mano de hierro sin importarle nadie ni nada, solo sus logros y el desarrollo de su empresa. Tuvo un hijo, que reconoció como su hijo mayor en esta vida. Con los años su hijo asumió el mando de la fabrica, bajo la condición de que ella se mantuviera alejada. Accedió y se confinó a su casa, en una soledad creciente cada día. Sus sirvientes, solo diligentes en sus quehaceres, incapaces de relacionarse con ella. Encontró en el whiskey su única compañía. Hasta que un día decidió quitarse la vida con pastillas, no supimos de qué. Dejó esa vida con nauseas y fuertes dolores estomacales. 

     Ya agotadas cerramos la sesión impresionadas con los personajes que surgieron, las relaciones evocadas y los lazos que la unen a sus seres queridos. Siempre le sugiero a mis pacientes que escriban sobre su experiencia, con calma para que no se olviden de los personajes que surgieron. Hay una razón profunda de porqué el alma escogió estas cuatro vidas para ella. Poco a poco le ira encontrando sentido e irá atando los cabos sueltos. Esa es parte de la historia de su alma, información invaluable para la comprensión de quienes somos ahora, de dónde venimos y para donde vamos. 

Maria Eugenia Mantilla

Hipnoterapeuta