martes, 13 de febrero de 2024

Mi primera Regresión

       


      Cuando empezamos a diseñar la técnica que me permitiera acceder a otras vidas, por supuesto que la primera regresión fue la mía. Yo había tenido experiencias de ver sucesos de vidas pasadas con las técnicas de Barbara Ann Brennan. Las visiones las tenía yo y no la persona que estaba en camilla, lo cual no me entusiasmaba del todo. Yo quería que quien recordara fuera la persona en cuestión. La diseñamos una gran amiga sanadora y yo, y en primera instancia ella trabajó conmigo.


     Estaba en una situación emocional un poco extraña. Comencé a ver con mucha frecuencia a una persona con la que tuve una relación cuando teníamos veinte años. Sin duda alguien especial en mi vida, sin embargo, al darme cuenta que nuestra amistad no pasaría a ser una relación de pareja tuve una reacción desproporcionada. Comencé a llorar sin parar, y no me podían nombrar a esta persona ni recordármelo pues comenzaba a llorar  y todo lo que podía decir era “Me voy a morir de amor”. Conversé con mi amiga explicándole que no tenía razones reales para estar desgarrada de esa manera, que nuestras circunstancias no habían sido las mejores ni en aquel entonces ni ahora. Que necesitaba recordar, necesitaba saber que había sido de nosotros antes, en vidas pasadas. Con él en mente comenzamos nuestra primera sesión.

     La primera visión que tuve fue de dos niñitos chinos jugando. Era una calle empedrada angosta en un pueblo entre montañas, un día soleado con un hermoso paisaje. Estos niños eran hermanos y jugaban sin parar. Llevaban puesto trajecitos verdes oliva claro, me pareció que estaban vestidos iguales, y tenían sombreritos redondos en forma cónica. Éramos él y yo, hermanos, varones, chinitos, como de unos 8 años de edad, me atrevería decir que uno era mayor que el otro, pero no me pude identificar con uno en particular, solo sentí risas, juego, se divertían. Me quedé sumida en emociones y la falta de experiencia tanto mía como de mi amiga no nos ayudó, no sabía ella cómo guiarme para poder ir hacia adelante y conocer la vida de estos niños.

     En seguida salté a un sentimiento de odio profundo. No hubo imágenes, sólo una voz interna que se repetía constantemente: Lo odio, es un monstruo, lo odio, lo odio.

     Luego salté a una escena medieval. Yo estaba vestida con un traje trenzado al pecho, de falda larga marrón. De pelo rubio largo y rizado. Estaba parada en el frente de una casa como de madera, de piso empedrado, como un porche techado. Había enormes árboles alrededor con mucha sombra. Estaba como desesperada. De repente vi a alguien a caballo que salía a todo galope, le grite “No te vayas” varias veces, volteó y pude darme cuenta que era él. No era igual a quien es hoy en día, pero lo reconocí en sus ojos. Llevaba una capa marrón tejida como con una capucha que le cubría la cabeza. Luego me perdí tratando de saber qué estaba pasando, había mucho revuelo alrededor, no sabía si era por guerra o qué era lo malo que ocurría. Lo persiguen a lo lejos y sé que lo matan. Éramos novios. Lloro desconsolada y dejo de comer, me postro en una cama a  llorar. No sé cuánto tiempo duro en este estado pero supe que me eche a morir. Cuando muero él me está esperando. No tuve recuerdos del período entre-vidas en esta regresión.

     Después de estos recuerdos tuve mucho trabajo emocional que hacer. Por un lado hallé el origen de las lágrimas, pero todavía no sabía qué hacer con ellas. Trabajé intensamente en el perdón y en la aceptación de la muerte. Esta chica que vive en mi inconsciente se murió sin perdonar, sin aceptar, completamente devastada. Tenía que reconciliarme con ella de alguna manera para poder soltar las lágrimas. Fue un trabajo paulatino y con el correr de los días las memorias comenzaron a asentarse. Por otro lado, el saber que fuimos hermanos en aquella vida en China me dice que tenemos tiempo viniendo juntos a la tierra y de ahí la profunda conexión entre nosotros. Diferentes lecciones que aprender, diferentes roles. Hubo una vida con un profundo odio de la que no tuve datos. Hicimos entonces una segunda regresión.

     La primera imagen fue de una joven de unos trece años, sentada en un camino frente a un muro de piedras, estaba sola pensando y viendo con detenimiento el moho y el musgo que crecía entre las piedras. Estaba triste y embelesada en sus recuerdos. Vestía un jumper marrón con camisa blanca, cabello rubio, de tez blanca. Tiene recuerdos de una violación, como en un granero donde guardan animales, paja en el suelo, mucho dolor, no le cuenta a nadie. 



     Luego la vi en su casa con su madre. Era una casa oscura y pequeña, en un ambiente antiguo y rústico, muebles de madera, burdos, ventanas muy pequeñas. Empiezo a narrar la vida de esta niña. Vivo con mi madre, mi padre murió y nos dejó a cargo de mi tío. Ahora todas las tierras son de él, nosotras dependemos completamente de él. Él se cree dueño de nosotras, dije con rabia. Él viene a la casa y se encierra con mi  mama en el cuarto, los oigo a lo lejos, lo odio profundamente. Es claro que es el mismo personaje del que estoy buscando información, pero lo veo como alguien muy malo. Nos quitó nuestra fortuna, ahora él es nuestro dueño. Me viola cuando tengo unos once años y más nunca me pone un dedo encima. Nadie sabe lo que me pasó. Esto me marca con un odio que crece cada día. Me paso los días planificando como matarlo y sintiéndome mal por no ser capaz de hacerlo.

     Luego me veo mayor, mi mama está muy enferma. Yo la cuido y la atiendo, cocino, hago las cosas de la casa. Él sigue viniendo, yo no podía ni verlo a la cara, el odio me consumía. Nunca pude enamorarme de nadie, no había espacio en mi vida más que para el odio que sentía. Muere mi madre y él enferma. Ahora lo cuido a él. Todo lo que puedo pensar es en lo feo que es, decía constantemente “Es un monstro, debería matarlo, lo voy a envenenar” luego decía que lo iba a matar con un puñal por la espalda. Mi amiga que me guiaba insistía a lo largo de toda la regresión que yo tenía que perdonarlo, y eso me molestaba profundamente. Le respondía brava que no lo iba a perdonar nunca, que lo único que debería hacer era matarlo. Sin embargo, lo cuidé hasta su muerte. Yo ya era vieja y amargada, mas jugaba a seducirlo. Era como una locura odio-amor en silencio.

     Cuando muere yo me quedo desolada. Mi vida no tenía sentido sin odiarlo, estaba completamente perdida. Al poco tiempo muero de un ataque al corazón, me recuerdo agarrarme el pecho asustada, vestida completamente de negro con moño en la cabeza. En el momento de mi muerte él me está  esperando, nos abrazamos y empezamos a reírnos, como si todo hubiera sido un juego. Comencé  a llorar y le decía a mi amiga, no… no tengo que perdonarlo, lo amo, nos amamos, no lo tengo que perdonar porque no lo culpo. Experimente una felicidad que no conozco en vida y me quedo embelesada en la experiencia. Al rato pregunto, no sé a quién, sólo pregunto ¿Por qué tuvimos que tener una vida tan fea? Y me responden “Tenemos que aprender a donde nos llevan las decisiones que tomamos”. 



Seguidamente lo veo planificando una próxima vida, muy feliz contándome todas las cosas que íbamos a hacer, y yo le respondía que todo eso me parecía muy aburrido, que yo no quería nada de eso que él estaba planificando, y nos reíamos y nos reíamos. Yo no quería salir del lugar donde estaba, fue una regresión muy larga y mi amiga estaba ya cansada, pero yo no quería terminar. El sentimiento de totalidad y felicidad me arropó por completo y estaba renuente a salir de allí. Finalmente terminamos nuestra sesión.

     Los recuerdos del período entre-vidas son raros, porque son emociones sin forma, o por lo menos no se experimenta como los recuerdos de las vidas pasadas, que están llenos de detalles físicos. Sin embargo son los momentos más potentes y lo que me ayudó a calzar el rompecabezas y a que todos los recuerdos tuvieran sentido, por lo menos desde el punto de vista emocional. Pudiera decir que fue la fuerza que recibí para poder sanar. De cualquier modo, el camino a la sanación total es largo, y a pesar de superar episodios, las heridas quedan, igual que nos pasa en el plano físico. Puede que el dolor de una operación pase y ya no nos moleste, pero siempre nos queda una marca que nos recuerda lo que allí pasó.  

     Para mí, múltiples reflexiones se desprenden de estos episodios revividos. Tratando de verlo desde la perspectiva del alma, me doy cuenta de que si decido aprender del odio, más conveniente es lanzarme a una experiencia tan dolorosa con alguien que amo. Las decisiones son individuales y cada quien va tejiendo el tapiz de sus existencias como mejor le parece.

     Cuando en nuestra vida actual nos encontramos con almas con las que hemos venido a crecer en vidas anteriores, son relaciones con muchas aristas, ya que emocionalmente estamos intactos, es solo la mente consciente la que no recuerda, y por eso muchas veces nuestras reacciones son ilógicas. Por otro lado, el ver otras realidades es profundamente satisfactorio ya que se afianza el pensamiento de que esta realidad es un juego, y que la vida real es mucho más. El darme cuenta de que el amor es eterno me trajo una paz que crece cada día en la certeza de no hay pérdida, es decir, si me sitúo en el momento presente puedo pensar que perdí a alguien, bien sea por muerte o por ruptura aparente, sin embargo esta creencia está basada en la proximidad de cuerpos, solo eso. Habrán otras oportunidades, otras lecciones que aprender.

     También me di cuenta que el crecimiento es individual, y lo que hacemos es ayudarnos unos a otros en el proceso. Por eso el cambio de roles: esposos que luego son padre e hija, madres que luego son hijas, primas que fueron madre e hija, hermanos que luego son amantes. Para mí, entonces, el papel del amor de pareja es solo una faceta, por supuesto válida, pero creo que en nuestra cultura hemos sobredimensionada la búsqueda del amor romántico. Me es absolutamente satisfactorio darme cuenta que el concepto de almas gemelas es un completo absurdo. Esa idea de encontrar un amor único en que nos vamos sumergir para completarnos en una felicidad eterna no tiene sentido. Por lo que he visto tanto en mi regresión como en las regresiones que he hecho, me parece más que somos almas amigas con las que vivimos múltiples experiencias. Cada ser es completo, no necesita que nadie lo complete. Es un proceso de expansión.


     Para este momento hemos trabajado solo mi amiga y yo. Estamos ansiosas de ver si cualquier otra persona puede recordar al igual que nosotras lo hicimos. Este proceso comenzó en Enero del 2013. Casi un año después me decido a compartir con ustedes mis experiencias, con la idea de editarlo. Primero, movida por la necesidad de registro de mi trabajo y segundo, porque creo que son historias que merecen ser contadas.   

María Eugenia Mantilla
Diciembre 2013

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