Notas biográficas


Comencé a trabajar memorias de vidas pasadas porque se me desplegaron de manera espontánea durante sesiones de sanación. También en sueños, de esos que parecen viajes y en los que uno se siente completamente lúcido. Logré también acceder a memorias durante sesiones de meditación.

Comencé a familiarizarme con la sanación y expansión estudiando metafísica de la mano de mi madrina Iraida Lemois, discípula directa de Conny Méndez. Estudie y practiqué "Control Mental Silva" a mediados de los 80. Seguí con Yoga y meditación con la Gran Fraternidad Universal. Estudié Artes Visuales en la Escuela Cristóbal Rojas. A finales de los noventa hice talleres de sanación con Orlando Leal, discípulo de Barbara Ann Brennan, trabajé memorias con sus técnicas. Cree la Terapia Trastemporal movida por mi necesidad de recordar.  Una cosa me llevó a otra y comencé a trabajar con familiares y amigos. A mediados del 2014 llegué a @Ecosalud, un centro de salud integral formado por un equipo multidisciplinario, a quienes estoy infinitamente agradecida por darme la oportunidad de desarrollar mi trabajo terapéutico.  Me formé como consteladora, y aprendí a usar la radiestesia como herramienta. Soy profesor solar de la organización mundial Libro del Conocimiento. Fui estudiante de "La Escuela de la Percepción" desde diciembre del 2012. Actualmente, mi principal materia de estudio y práctica es Un Curso de Milagros, y este se ha convertido en mi principal herramienta conceptual y terapéutica, incluso en una manera de vivir y experimentar el mundo.   Desde el 2018 estoy dando clases de curso de milagros basadas en la práctica del Libro de Ejercicios.  Desarrollé una formación de Terapia Trastemporal y tengo 4 años formando hipnoterapeutas especializados en Terapia trastemporal y regresiva. Este año, un grupo de terapistas holísticas unimos voluntades para conformarnos como @Centro Cuarzo, alineadas en la voluntad de sanar y compartir experiencias sanadoras a través de eventos holísticos donde combinamos nuestros conocimientos, experiencia e intuición poniendo nuestra mente y corazón en servicio para el bienestar integral, la sanación y la alegría de vivir. 

De mi vida de monja medieval aprendí que para sentirme satisfecha conmigo misma necesito saber quien soy y saber lo que quiero de la vida para poder tener la osadía de ser yo misma. También me quedó claro que vengo a trabajar el aparente perdón a mi madre, quién fue la Madre superiora del convento al que me "obligaron" mis padres a internarme de por vida. Al respecto voy bastante avanzada y muy satisfecha con mi progreso. De hecho, la comprensión de que nadie "me hace nada; me hago a mí misma todo lo que parece sucederme" es una realidad irrefutable en mi consciencia.

De mi vida de esclava aprendí que no hay esclavista sin esclavo. Primero tiene que haber alguien dispuesto a dejarse esclavizar movido por su propia culpabilidad, sin importar el contexto en que se presente esta relación. En mi vida actual también aprendí a fregar los platos sin sentimiento de víctima, lo cual ha mejorado inmensamente mi cotidianidad.

De mi vida de Hindú interracial heredé un amor infinito por mi hija mayor, mi madre en aquella vida. Todavía sigo trabajando el perdón a la segregación racial. Fue una vida de separaciones dolorosas y abandono. He convertido a la culpa en mi principal radar, ella me guía. Donde la encuentro sé que es allí que debo seguir trabajando.

De mi vida de doncella medieval que se entregó a la muerte por amor aprendí que la relaciones son eternas, y que nunca perdemos a nadie. La circunstancias pueden "separarnos" pero esto es solo aparente. El amor lo une todo y a todos. El amor es eterno. 

De mi vida de adicciones solía conservar un miedo irascible a la destrucción que ocasiona el consumo de drogas. Sufrí una muerte prematura por sobredosis, tengo imágenes claras en mi mente hasta del olor del lugar donde ocurrió aquella muerte en un pasado "remoto". Aprendí que es imposible tomar atajos para la consciencia, sin perdón no hay liberación. El único perdón posible es a uno mismo. Todos los episodios dramáticos en relación a este tema que he atraído a mi vida actual han ocurrido en busca del perdón, mi perdón, el perdón a mí misma. Cuando me di cuenta de esto se transformó mi percepción. 

Tuve un padre militar muy estricto. Lo conocí muy poco en aquella vida, en esta vida lo conozco mejor. Memorias de cuándo abusé de la autoridad no tengo recuerdos conscientes, sin embargo, me molesta tanto que me quieran oprimir que no me queda ninguna duda que fui un gran opresor. Cuando encontramos una ruta de sanación para un aspecto de nuestra vida, desarrollamos la capacidad y la comprensión para poder desenredar cualquier nudo kármico que se nos presente. Ahora ayudo a otros a comprender esto y a sanar sus vidas. 

De vida como griega herede la vanidad y el miedo la perder el camino. Aprendí que el suicidio no significa nada ya que he venido muchas veces más despues de Helena, a seguir trabajando sus debilidades y convertirlas en fortalezas. 

3 suicidios he recordado, y en serio les digo, recibí mucho amor en otros planos, nunca conocí el infierno debido al suicidio. Como Helena, el infierno fue mi vanidad, que me mantuvo aislada, desolada y orgullosa. Como la Judia que se suicida adolorida por no poderse casar con el amor de su vida, aprendí que no hay manera de castigar a nadie, solo nos castigamos a nosotros mismos. El odio a mi familia, a mi religión, a mi vida me consumio hasta el suicidio. Mas bien me impresionó como en otros planos querían ayudarme a pesar de mi odio. Como Doménico, un cura italiano amedrentado por la inquisición, decidí no luchar por mis ideales, y creí que el suicidio sería la solución. Quede sumido en un mar de lágrimas por creer que todo lo que había vivido era verdad, y sufrí por mí cobardía y no acepté ayuda de hermosas entidades que vinieron en mi ayuda, lloré en la entrada del cielo, a los pies de ángeles y maestros, y no recuerdo más nada que un gran dolor. Al salir del trance comprendí el origen de mi obstinada antireligiosidad, con la que puedo reconciliarme y aceptar mi historia como alma. 

La última vida que recordé, reviví un cruel asesinato y fui a rescatar al infierno a mi asesino. He visto el infierno muchas veces ya, conmigo y con mis pacientes y alumnos. Es un dolor petrificado donde nos quedamos perdidos y sin esperanzas de perdón. Al revivir el incidente pude recordar el amor que nos unía y estas imágenes ayudaron a esta persona 

Mi hijo menor fue mi Maestro, se llamaba Ramacharia. Con él aprendí que el desapego es el camino para subsanar nuestra aparente separación. La certeza en su sabiduría me ha asistido cada momento, cada día. Aprendí a no sentirme ausente ni culpable en medio de un torbellino de dramas.  Hoy, igual que en aquel pasado remoto, él es mi inspiración, mi fuerza, el que me indica el camino. Mi Maestro. 

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