martes, 18 de abril de 2023

Mi primera experiencia en camilla - Terapia Trastemporal




Hoy por primera vez pude hacer lo que llamamos Terapia Trastemporal y tuve la oportunidad de ver tres vidas. Mi sesión fue guiada por María Eugenia Mantilla.

En mi primera vida, soy un niño pequeño como de tres años. Parece tonto, pero me sorprendo al darme cuenta de que soy un niño (varón) y, cuando Maru me invita a describirme y me da la indicación de que me toque el cabello, me doy cuenta de que soy moreno y mi cabello es muy aspero. Mi madre es una mujer negra, viste de manera sencilla con ropas marrones y lleva delantal, no veo su cabello porque está cubierto con telas más claras como a manera de turbante. Tengo un hermanito aún más pequeño, es un bebé como de un año y ambos estamos en el piso. Nuestro hogar es muy humilde, distingo piso de madera, muy pocos muebles, solo una mesa cuadrada y un par de sillas. Mi mamá está mucho en esa mesa. Cose a mano, no veo que tenga muchas telas al rededor, me da la impresión de que más bien hace arreglos de costura.

No veo a un papá por ningún lado, pero cuando Maru me pregunta por él, tocan la puerta. Mi mamá atiende y deja pasar a un hombre, es un hombre blanco, de bigote y barba arreglada, lleva sombrero y está bien vestido, como con un uniforme rojo. Nos ve a mi hermano y a mí, pero pasa a hablar con mi mamá con seriedad. Lo hacen sentados en la mesa, creo que es mi papá.

En las noches la chimenea está encendida. Maru me pregunta si hace frío, pero a mí me parece que está todo bien. También me pregunta qué comemos, yo veo que nos hacen atol, me parece que es avena. 

Me llamo Emmanuel. Como a los cinco años puedo jugar afuera. La casa tiene como un pequeño corral al lado. Hay animales: un cochino, un par de chivitos y quizá algunas gallinas, pocas. Mi hermanito y yo jugamos en la tierra de ese corral. Maru me pregunta si hay jardín y yo solo le digo "no, es tierrita".

Cuando caminamos a la ciudad o pueblo el camino tiene piedras, no tierra como en dónde vivo. Pero vamos allá a comprar comida y algunos otros insumos. No veo que compremos mucho. Mi mamá entrega lo que ha reparado por la parte de atrás de las casas, las puertas de servicio, y le pagan con monedas. En una casa deja a mi hermano, lo entrega. Nos vamos y ella está llorando, pero lo ha dejado en una casa mejor que en la que vivimos nosotros.

De joven ando a caballo, no es mío, es de la casa donde trabajo. Tengo 17 años, trabajo en la caballeriza, lo sé porque cepillo lo caballos y cuido el espacio donde se encuentran.

Veo a un hombre, el señor que visitaba mi casa de niño, pero está más mayor, sin embargo su bigote sigue siendo característico en mi visión. Está indignado, ofendido, alterado. Hice algo malo, una chica que parece su hija está detrás de él un poco temerosa. No le he hecho nada malo, no tengo sentimientos románticos por ella, quizá un amistad. Entiendo que hemos compartido tiempo y que eso no está bien visto. Estoy arrepentido y pido perdón, creo que hasta me pongo de rodillas.

Siento un dolor muy fuerte en la cabeza ¿Me han golpeado o disparado? No lo sé, de alguna manera Maru me ayuda a entender que muero. Ella me pregunta que qué hago, yo me despido de los caballos y luego no sé a dónde ir. Me quedo sin dirección en medio del camino. Me busca el Maestro Jesús.

Voy a una segunda vida, me veo viendo al horizonte desde un acantilado, veo el mar y es como ver descanso. Llevo uniforme, los puños del uniforme son negros y llevan bordado, también llevo espada y pistola. Pero la guerra, o al menos mi deber, ya ha terminado. No siento que he perdido, pero no siento euforia por haber ganado, solo estoy aliviado de que ya terminó. Puedo regresar a casa y eso hago. Maru me pregunta por la bandera de mi bando, la bandera era de franjas horizontales blanca, azul y rojo.

Es una época de carruajes o los primeros carros, no distingo bien. Igual, una vez que llego de la guerra no salgo mucho. Mi esposa no está feliz ni triste de que yo haya vuelto, es una mujer blanca, de vestido y peinado, estirada y con una mirada que juzga. Pero no le pongo mucho cuidado, es más, reconozco que la ignoro olímpicamente. Tengo un hijo, un joven bien parecido, me alegra que no sea militar como yo, pero se mueve en la política, no sé si es abogado o algo así.

Mi casa es una buena casa, es bonita, grande, hay la servidumbre necesaria y espacios para recibir visitas en un salon con muebles, sillones y mesas. También tengo un estudio y biblioteca. En el estudio redacto cartas, me ocupo con eso y así contacto a conocidos. Leo libros, me gusta leer sobre Grecia, su arquitectura y su escultura... Pero es como buscar que hacer y no encontrar nada, luego de ser militar no sé qué más soy.

Mi hijo me presenta a su futura esposa, la apruebo, ambos lo hacemos, mi esposa y yo. Luego ellos tienen dos hijos. Estoy más mayor pero me siento anciano aunque debo tener como 60, es que estoy más gordo. Me hacen feliz sus visitas, especialmente por mi nieta, que es la mayor, debe tener como 4-5 años. Me quiere mucho, le da gusto verme y me da abrazos, así que la consiento, le muestro cuánto objeto pueda ser curioso a su edad, reloj o lo que hay en el estudio. Su abuela, mi esposa, reprueba que la mime porque no le parece que se comporte como una señorita debe hacerlo, pero mi nieta es una niña feliz y eso me da gusto. Bajo mi cuidado tiene permiso de hacer lo que quieras, no rompe nada, solo brinca mucho y se ríe. La reconozco, en esta vida es mi hermana menor.

Tengo 67 y ya estoy en cama, estoy muy gordo, mi nieta sostiene mi mano, es una señorita ya, debe tener como 12-13 años. En la habitación también están sus padres, mi hijo y su esposa. No veo a mi esposa por ahí, ni a mi nieto. Sé que muero.

Mi tercera vida cae con mucho sentimiento, siento rabia, mucha impotencia. Tengo mi puño derecho apretado frente a mí, con bastantes tatuajes. Soy boxeador.

De niño veía a los boxeadores como superhéroes, ahora solo veo que soy un espectáculo para que otros griten, escupan, silben y aplaudan. Mujeres y hombres todos son iguales. Decir que me desagrada es poco.

De joven y adulto joven fui boxeador, fui un tipo fornido alto, con tatuajes en el brazo derecho. Siento que debo hacerlo, que debo pelear, es mi trabajo pero no lo disfruto. No disfruto golpear aunque gane, no me gusta que me peguen. 

Cuando ya no soy boxeador, tengo mis peleadores, los veo pelear y no encuentro tampoco satisfacción en ello, solo veo a un par de hombres sufriendo lo que he sufrido. Pero es un trabajo, lo hago así me produzca asco, ira e impotencia la conducta de la gente que viene a ver estos espectáculos.

Mi negocio ha prosperado, tengo un gimnasio de boxeo más grande, pero mi vida es vacía, siento un enorme vacío. En esta vida no pude ver un hogar, ni de dónde venga ni uno que haya formado. Estoy segura de que ni me casé ni tengo hijos.

Durante toda la visión de esta vida me han dolido los brazos por completo, brazo y antebrazo, el dolor nunca cesó, es insoportable y salgo del trance sin dejar que Maru termine la sesión.

Todo lo anterior lo escribí el mismo día de la regresión ¡y menos mal! Ahora, ya han pasado un par de años y puedo ver muchas cosas con perspectiva.

De mi primera vida, la de Emmanuel, aunque no reconocí a nadie durante la regresión yo tuve la corazonada de saber quienes eran, pero todo era muy increíble en el momento. Mi mamá, es mi mamá de esta vida; mi papá, el hombre blanco, es mi papá de esta vida; mi hermanito menor, es mi hermano mayor en esta vida; y mi media hermana, mi hermana menor de esta vida. Hay muchas cosas que veo con amor de esta vida, desde que mi mamá detesta la avena desde niña y a mí me gusta como si fuera un plato de empanadas, como el hecho de que mi mamá en esta vida tampoco cría a mi hermano mayor. De alguna manera reconozco que ellos trabajan en su relación el tema del desapego. Por otra parte, recuerdo que mi papá -de esta vida- solía decirnos a mi hermana y a mí comentarios, bien ridículos, como que "había que mejorar la raza" y yo le contestaba "me gustan los negros como Will Smith", como lo más obvio del mundo, estoy hablando de conversaciones aleatorias en el carro cuando yo tendría 7 años.

De la segunda vida, empiezo a entender que había puesto mi propósito de vida fuera de mí y no dentro. Engordar fue la manera de autodestruirme, de llenar un vacío luego de que me retiré de mi carrera. En esto me meo a mí misma para cuando fue la regresión, estoy perdida y busco el propósito de mi vida afuera, lo que me define no lo sabía ver dentro de mí. Por otra parte con la vida de boxeador, entiendo el ODIO que tenía ese hombre al morbo, pues para el momento de la regresión me dedico a escribir artículos de farándula. Antes había trabajado en comunicaciones organizacionales y marketing, pero ese trabajo lo dejé porque quería algo mejor remunerado... pero detestable el amarillismo de la farándula. Cuando comprendí por qué no soporté ni siquiera la sesión completa, supe que era un trabajo que iba a dejar. Afortunadamente, fue muriendo poco a poco, de 4-5 artículos a la semana, pasé a hacer 3, luego 2, luego 1, luego ninguno. Al cabo de un tiempo me di cuenta que pude perdonar todo en esa vida, casi sin darme cuenta.

Greisy Nathaly Marcano

Hipnoterapeuta

No hay comentarios:

Publicar un comentario