lunes, 3 de junio de 2024

Más allá del amor

Se presenta un personaje vanidoso y circunspecto. Muy bien vestido, camisa con encajes al pecho. Pelo largo y bigote largo y fino que enrosco hacia arriba. De gustos refinados. Vivo en Alemania año 1714. 

Su casa de pisos rústicos, pequeñas ventanas por donde pasa poca luz, paredes de piedras.  Es atendido por varios sirvientes que viven en su casa. 

Su refugio, su estudio. Inmerso entre libros parece ser su único interés. Libros de filosofía, principalmente, y su pipa.  También escribe. Veo mis manos con las uñas manchadas de tinta, veo tinteros y plumas (de aves). No me queda claro qué escribo. Creo que ensayos y algo de poesía, cartas, quizá, pero me veo muy solitario como para tener a alguien a quien escribirle. Al menos una vez a la semana salgo a reunirme con mis amigos, a los cuales frecuento para participar en conversaciones afables y apasionadas sobre la naturaleza del hombre y la estupidez humana. 

Huérfano a los 17 años, mis padres mueren de alguna enfermedad infecciosa. Como mi madre es la primera que enferma la culpo de arrebatarme a mi padre. El único recuerdo de mi madre es la rabia que siento y pienso de ella que es inútil. 

Con mi padre aprendo el amor al estudio y a los caballos. No tengo ningún interés por las mujeres, no me enamoro nunca. Manifiesto que me parecen tontas y sin conversación. Tampoco soy homosexual. Me molestan los niños, así que formar familia nunca fue una opción. Hereda fortuna y siente que solo lo buscan por su posición y dinero. 

Envejece solo y huraño. Muere ya mayor de pelo blanco y figura encorvada. Le falla el corazón. A su muerte llega a un paisaje cósmico amplio y hermoso donde contempla las estrellas, el firmamento y las nebulosas por un largo rato. A petición de la terapeuta busca a sus maestros y guías. Baja su mirada y empieza a observar a otro personaje.

Es hombre joven, no más de 20 años, fuerte y muy musculoso. Una camisa blanca sin botones, amarrada al pecho con cuerdas. Pantalón de tela rústica. Esta en un bosque cortando árboles. Coloca los troncos en una carreta de ruedas que parecen de madera también, y que empuja por el bosque hasta una especie de galpón rústico donde le dan una moneda por los troncos. Se dirige a su casa.

Vive en una casa pequeña. Todo allí es hecho por él. Lo espera su esposa a la que ama apasionadamente, son muy jóvenes. Él no sabe lo que hace ella durante el día, solo hace referencia a que recoge flores. Está embarazada. De golpe comienzo a llorar. Ya no está y no quiere ni recordar lo que pasó. Muere tanto ella como el bebé y queda devastado. 

Llorando a borbotones, dice: Lo único que quiero es morirme. No quiero comer. No voy a trabajar. Acostado, llorando, quiero morir. Mi hermano me visita, no quiero comer. Mi madre viene a prepararme una sopa. Reconozco a mi madre como a una de mis hermanas de mi vida presente. Solo como algo para no hacerla sufrir más. Decido irme, quiero conocer el mar o morirme en el camino, no me importa nada. Me voy caminando solo con la ropa que llevo puesta. 

Paso por varios pueblos, duermo en la calle. Si acaso como algo es por limosna o algún vagabundo como yo, comparte algo conmigo. No quiero trabajar, quiero morir. Llego al mar. Quedo estupefacto con el color, el olor, el sonido. Le digo a mi terapeuta, es tan grande como mi dolor y mis lágrimas. Quiero ser pirata, para que me maten en cualquier lugar.

Me veo en la cubierta de un barco, limpiando con cepillo el piso. Hay muchos barriles y tomamos en las noches. El capitán es elegante, lo veo con admiración. Paso los días entre limpiar y tomar. Atacan nuestro barco con cañones, se prende en fuego. Quería tanto morirme que ni siquiera pude sentír dolor ni miedo,  

Llegué al paisaje cósmico y veo a un Maestro, solo su cara, parece chino, muy blanco, de barba y bigote blanco, y sonríe. Me prendo en ira y no puedo verlo. Le grito desesperado "Que se puede aprender de tanto dolor... Allí no hay nada que aprender". Prefiero quemarme en el barco otra vez. Y regresaba al barco una y otra vez, a sentir que me moría chamuscado y que se acababa el dolor, era lo único que me daba calma, y repetía la escena una y otra vez. Pero no se acababa el dolor.  Regreso al paisaje cósmico, muy molesto. 

Me dice, tienes que volver a nacer. Sin más, me veo como un bebé. Tengo un padre muy gruñón. Vivo en un pueblo medieval. Los chicos se entrenan para la guerra desde muy pequeños. Me siento un niño muy fuerte y le digo a mi terapeuta, soy el mejor, los voy a matar a todos. Peleamos con espadas de madera. Le digo: pero no los puedo matar, son mis amigos. Luego me veo de adolescente. Tengo una espada de verdad. Veo a mi padre. Es herrero. De cara muy roja y nariz deforme. Todo el tiempo bravo y parte las sillas cuando se pone furioso. 

Voy a la guerra. Los jóvenes vamos caminando. Nos turnamos en la tarea de arrastrar los cañones. Me veo en el campo de batalla, me atraviesan el estómago con una espada. Caigo. Veo el campo de batalla desde arriba. Me siento en calma. 

Regreso al paisaje cósmico. Ahora puedo ver la cara de mi Maestro sin rabia. Estoy más tranquilo. Le pido que quiero ver a mi esposa. Asiente. La veo en un trono de flores, hermosa, con sus cabellos rizados, su mirada dulce, su sonrisa. Caigo a sus pies, y nos envuelve un amor total. 

Se procede a cerrar la sesión. 

La primera idea que se me dibuja en la mente es la guerrra como manifestación de nuestra lucha contra el destino y la naturaleza efímera de la vida en la dimensión material. La validez de la guerra como necesidad de expresión de la ira. A pesar de haber recordado una vida en la 2da guerra mundial, donde perdí una pierna de una explosión en una trinchera, lo único que podía ver de la guerra era la manipulación de los poderes políticos. También percibia a los chicos como víctimas del negocio de la guerra. Jamás había reflexionado ni visto nada útil en la guerra. Sin embargo, para mí, después de ver el desenvolvimiento de estas experiencias en 3 vidas, pareciera que era la única manera de poder vivir, expresar y darle salida a una rabia total, a la inconformidad profunda con la existencia y a una herida más que profunda sobre las injusticias de la vida y la ira de dios. La ira de un dios en minúnsculas. Un dios inventado por nosotros para justificar nuestras creaciones en el ámbito material, y sobre todo, para justificar nuestra incapacidad de comprensión de la cualidad efímera y perentoria de la existencia humana.




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