miércoles, 10 de agosto de 2016

Mi amigo, José Gregorio Hernández

   
     Todos nuestros problemas son de índole amoroso. Por donde quiera que los  veamos todos y cada de ellos contiene la creencia en la falta de amor. Mi madre no me amó, mis padres no me escucharon, mi pareja me es infiel, no amo mi profesión, vengo de una familia de muchas rivalidades, crecí en un hogar lleno de conflictos, adicciones, depresión... todos contienen la falta de amor. Esta experiencia se gesta a partir de una decisión ancestral y antigua como la tierra misma, la decisión errática de negarnos a amar con sus inevitables consecuencias. Nuestro camino en la tierra es el camino de regreso a la luz, de regreso al amor. Antes de regresar nos debemos a nosotros mismos la tarea de decidir amar aquí y ahora para traer nuestra luz a la tierra. Mi Maestro Juan Víctor Mejías se refería a "Espiritualizar la Materia".

     Mi humilde aporte: un espacio/tiempo para recordar nuestra historia. A pesar de que es absolutamente cierto que nuestro pasado no lo podemos cambiar, sí podemos hacer consciente las decisiones que tomamos con miras a responsabilizarnos y tomar nuevas decisiones conscientes. Este trabajo desata todos los nudos, trabas, problemas, obstáculos que experimentamos en nuestra vida actual, ya que estas situaciones son el resultado de decisiones basadas en la culpabilidad. Es decir, me siento culpable de haber creado situaciones de dolor a mis seres queridos, por lo tanto, merezco vivir estas creaciones en carne propia. 

     Todas las experiencias que atraemos en nuestra vida responden a este patrón creado antes de nacer. Por lo tanto, podemos y está en nuestro alcance, reconocer estos patrones y liberar la culpabilidad asociada a los mismos, o en lenguaje coloquial, perdonarnos. No por coloquial es sencillo. Nos es familiar la idea, sin embargo, no es nuestro YO separado, o EGO, el que perdona, ya que esta idea contiene la creencia de que estamos perdonando a otro que nos esta ofendiendo o atacando. El perdón es a nosotros mismos, que fuimos protagonistas de aquello que hoy nos hace sufrir. Sin este reconocimiento estamos arando en el desierto. La sesión que hoy comparto con ustedes me ayudó a comprender este fenómeno al que nos resistimos con tanto ahínco. 

     En esta oportunidad trabajo con una chica dedicada al trabajo de crecimiento personal tanto para sí misma como para sus pacientes. Especialista en Medicina Tradicional China, Masoterapeuta y Consteladora. Con una intuición muy afinada tuvo una sesión reveladora que fluyó suave, pausada y a la vez impresionantemente movida.

     Comienza a relatarme su experiencia: Estoy en un lugar morado, como violeta claro. De paredes largas, muy muy altas. Es como un recinto más bien angosto en la base pero alto, iluminado. Me siento bien, hay mucha claridad.

     Continua diciéndome: ahora estoy en un lugar más amplio, es diferente. Me molesta mi ojo izquierdo, es cómo si tuviera arenilla, me molesta. Veo como si sobre mis ojos tuviera capas y capas. De diferentes colores. Estas capas me impiden ver lo que hay más allá. Se muestran luces a lo lejos.

     Me dice: Ahora veo un pozo profundo, oscuro. Hay una luz al final. En este momento empieza a temblar de frío, sin embargo la temperatura del consultorio donde nos encontramos no había cambiado en absoluto. Le empieza a doler la espalda y cambia de posición en la camilla.

    Al colocarse de medio lado me dice que todo está muy oscuro, que no ve nada. Como adopta posición fetal le pregunto si es un bebé. Me dice que sí, pero que no ha nacido. De repente comienza a llorar, me dice que no va a nacer. Entre sollozos me cuenta que su mama no lo quiere. La dejo llorar hasta que se tranquiliza y le pregunto si puede llegar a la experiencia que la trajo allí.

     Le explico: esta experiencia de ser un bebe no querido tiene un origen ¿Qué te generó querer tener esa experiencia? Me cuenta: Soy una mujer, italiana. Uso faldas largas y un pañuelo en la cabeza. Mi casa es rústica, pocas cosas, muebles de madera. Siembro hortalizas, como lo que siembro. Veo el paisaje a lo lejos. Estoy esperando que regrese mi hijo. Lo traté muy mal, lo agredía verbalmente, mal, muy mal. Soy una mujer muy amargada. No hablo con nadie. Su papa? me embarazó y más nunca supe de él. Quiero que regrese mi hijo. Quisiera poder decirle que lo amo, pedirle que me perdone. Muero de dolor y soledad. Cambia de posición en la camilla y se queda en silencio un rato.

     Luego me dice: Estoy viendo una foto de José Gregorio Hernández. Yo le pregunto si es una foto en sepias, le digo: esas fotos viejas son en sepias. Me dice: No! es a full color, y se queda extrañada. Luego exclama: Es que soy yo él que está tomando la foto. Él está parado en frente de mí, detrás hay un paisaje. Tengo una cámara de esas en las que uno se tenía que meter dentro de un trapo negro y también un flash de esos que tienen un paral enorme y explotan. En esta vida soy hombre. Él es mi amigo. Es un hombre leal, honesto, sincero, caritativo, inteligente, de buen corazón. Vivo en la Caracas de calles empedradas, tengo un poco más de veinte años. Siempre visto de traje y sombrero. Vivo en una casa de enormes ventanas estilo colonial.

     No vio más familiares, no pude indagar más en aquella vida. Se quedó en silencio y ya estaba en otro lugar.  

     De repente me dijo, estoy otra vez en el lugar morado, aquel de paredes muy altas, allí estuvo un rato. Procedimos a terminar con la sesión.

    Fue una experiencia muy contundente. Pudimos enlazar esta serie de eventos tanto con su discurso cotidiano como con su sistema de creencias, para reconocer sus patrones inconscientes.

     Yo estoy profundamente conmovida por la asistencia del Dr. José Gregorio Hernández a su amigo, hoy en día amiga, lo cual es totalmente irrelevante para el alma.

     Me cuenta ella que hace unos 3 años sufrió una peritonitis. Estando en pabellón estuvo al borde de la muerte. Al recobrar su consciencia lo único que veía eran unos bigotes. Luego se dio cuenta que un hombre de traje oscuro, sombrero y bigotes estaba al lado de su cama, lo reconoció. Al salir de su trance médico, un familiar le dijo que le había ofrecido al Dr. José Gregorio Hernández que si ella se salvaba ella misma le iba a llevar una vela y una rosa a la iglesia donde reposan sus restos. A pesar de haberlo reconocido al lado de ella al recuperarse, no le dio importancia a la promesa de su familiar. En una oportunidad tuvo una paciente con un alto psiquismo que le preguntó ¿Quién le debe una vela y una rosa a José Gregorio Hernández? Ella asintió asombrada y finalmente fue a llevarle su ofrenda.

     Es un honor recibir la asistencia de semejante personaje, sin embargo, poder vislumbrar el origen de esta relación nos dejó pasmadas. Fue algo que ni remotamente sospechábamos. Los unió una gran amistad, y él, ahora prestando servicio y asistencia desde otra dimensión, viene en ayuda a su amigo (a). Es un honor tener al Doctor José Gregorio Hernández en consulta. Demás está decir que me siento bendecida, reconocida, asistida. 

      En su vida actual, esta persona ha evadido la posibilidad de tener hijos. Uno de los puntos más importantes para mi fue constatar el trasfondo de los juicios y el papel que juegan en nuestra vida. Ella juzga severamente la maternidad inconsciente y sobretodo el maltrato a los niños. Atrae situaciones donde tiene personas a su alrededor agresivas con sus hijos, y ella constantemente tiene el impulso a querer salvarlos a todos de este cuadro fatal. 

     Con el reconocimiento de la información que recibió en su sesión se le abren las puertas a la responsabilidad consciente. Esto significa que a la única persona que tiene que salvar es a sí misma. El proceso de perdón es un proceso de entrega, ya que el pasado, pasado está. Las consecuencias de este pasado se reparan desde fuera de nuestro Ego, desde nuestra mente superior, que sigue unida a la fuente de vida. Es desde allí desde donde sanamos.

     Luego nos queda estar alertas a lo que sentimos frente a las circunstancias que suelen causarnos dolor, angustia, miedo, ansiedad, desesperación. Si al presentarse la situación nos mantenemos estables emocionalmente, sin represión, en paz, el trabajo se realizó con éxito. El mínimo movimiento emocional negativo es señal de que tenemos que seguir trabajando en la materia. 

     Para mi, la manera más fácil de reconocer mis áreas oscuras es a través de las ganas compulsivas de emitir juicios. Aquello que culpo, aquello que merece castigo, aquello que no puedo ni ver... allí está mi historia. 

     Ya sentadas las bases, ya recibida la información, ya reconocido el origen, el asunto queda en nuestras propias manos. Este es un trabajo personal. Siempre estaré dispuesta a asistir, ya que es un proceso fascinante y siempre me enamora. Pero no tengo radio de acción ni competencia para liberar a nadie de sus culpas más que a mi misma. 

Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta
     

7 comentarios:

  1. Excelente experiencia, gracias por compartirla!
    bendiciones

    ResponderEliminar
  2. Maru...¡qué experiencia tan maravillosa,la que viviste! y cómo dices, todo un honor para ti...y para nosotros poder leerla!
    Gracias miles por compartirla
    #Abresos

    ResponderEliminar
  3. Hermosa y majestuosa experiencia María Eugenia. Nos estamos viendo! Un abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Gracias Gabriel, estoy pendiente del correo que me prometiste el otro dia, un gran abrazo, nos vemos :)

    ResponderEliminar
  5. Sorprendida de la experiencia que pasaste.Que vengan otras maravillosas, que yo estaré encantada de que la comuniques para conocerla.

    ResponderEliminar