Me visita un chico de unos 22 años, músico, pianista y estudiante universitario. Viene referido por una amiga psicóloga. Siempre mi trabajo es un apoyo para cualquier proceso terapéutico, ya que el conocer el origen de nuestros dramas trae luz y desenlace; trae oportunidad de concientizar.
Al comienzo de la sesión estábamos un poco perdidos, eran memorias desencajadas. Rondaba por una casa sola, no parecía que realizaba ninguna rutina y andaba por ahí deambulando sin entender que pasaba. Empezó a parecerme que estaba muerto y no se daba cuenta. Esta situación es mucho más común de lo que podemos imaginar. Muy a menudo es difícil aceptar la muerte ya que no hay cese del yo, es decir, la persona se siente prácticamente igual y se niega a entender que ya está fuera de su cuerpo físico. En estos casos, no los confronto. Además, lo que queremos es información de la vida que acaba de dejar, entonces busco lograr conexión con las memorias que quieren manifestarse. Esta información quiere verterse en nuestra psique y esta buscando la manera de expresarse, entonces, lo que trato es de encontrar la manera de que fluya. De repente, ve un carro rojo, la descripción del carro lo conecta cada vez más con su experiencia exclamando: ¡Fue un accidente horrible, una familia entera, maté una familia entera! El peso de la culpabilidad lo aplasta. Poco a poco comenzamos a indagar sobre la vida de este chico que surge en sus memorias.
Es un niño afrodescendiente, criado por una tía de raza blanca. Va un un colegio donde van muy pocos niños de raza negra. Viven en Estados Unidos en la época de los 50, por la descripción del auto rojo que conducía, sumidos en una época de tremenda discriminación racial. Me cuenta que su madre fue arrestada cuando él era muy chico, en una protesta laboral. Ella solía trabajar en el campo pero se mudan a la ciudad para que ella trabaje en una fábrica, en la cual se siente explotada. Se organizan protestas buscando reformas laborales. Son emboscados por la policía y cae presa por el resto de su vida. El niño la visitaba ocasionalmente. Lo adopta una familia con algún vínculo no consanguíneo que no me quedó claro. Sus relaciones familiares eran satisfactorias, no se manifestaron conflictos, eran amorosos y lo cuidaban.
Tiene un buen amigo con el que comienza a experimentar con drogas. Poco consumo, mucho tráfico. Comienza a manejar grandes cantidades de dinero. Ya sobre los 18 años, vive con su amigo. Pasa todo muy rápido y con poca consciencia de lo que está pasando. Consume heroína. Un día intoxicado, tiene un horrible accidente de transito. Todos pierden la vida. Él iba solo en su carro rojo, el otro carro iba una familia, padre, madre y dos niños pequeños. La experiencia es intensa, sobre todo porque cuando muere, puede ver con mas claridad el escenario y las decisiones que tomó. La culpabilidad lo desequilibra y no lo deja darse cuenta que está muerto. El caso es que logré llevarlo hasta el momento en que algún ser querido lo busca para ayudarlo en su proceso de transición.
Aquí comenzó una travesía singular que me enamoró. Lo viene a buscar su madre en aquella vida, la cual no conoce en esta vida. Ella había muerto en el penal ya hacía algún tiempo y anhelaba un encuentro con su hijo. Lo abraza, lo consuela. Luego se encuentra en un lugar enorme como un gran jurado, con mucha gente, me dice. Esta planificando su próxima vida, su madre a su lado. Le dan como un álbum de fotografías de las que él puede escoger. A su madre le llama la atención la foto de un arquitecto, se emociona aconsejándole tomar esa opción, pero a él no lo cautiva. Pasa la página y ve la foto de quien es él ahora, en su actual vida, y exclama: Él, voy a ser él. Le pregunto: ¿Por qué te llama él la atención? y me responde: Su tristeza, me interesa su tristeza. Luego procedimos a terminar con la sesión.
Este episodio fue clave en el entendimiento de sus dramas actuales. Esta escena le recuerda la tarea que él mismo escogió para su vida actual, con una sensación inequívoca de su protagonismo en el diseño de su experiencia.
Luego conversamos con dilación para unir todos los cabos y comprender su historia. En su vida actual se ha mantenido lejos del consumo de drogas, ningún tipo de atracción. Sin embargo, ha tenido que lidiar con una depresión exacerbada sin causa aparente. En control psiquiátrico constante, consume tratamiento farmacológicos. Es un chico adoptado, él y su hermana. Sus padres adoptivos absolutamente dedicados a su educación, amorosos, diligentes.
Lo que yo puedo entender de la situación es que él, al darse cuenta de las consecuencias fatales de su inconsciencia y sus adicciones, se juzga a sí mismo severamente. Se mantiene alejado de drogas y alcohol, mas sin embargo, tiene que resolver la tristeza y sentimiento de culpa asociada al accidente. Por supuesto que los fármacos lo mantienen alejado del fatal suicidio, más sin embargo no encuentra paz.
Nada mas el hecho de salir de su sentimiento de víctima y sentirse responsable de su experiencia es un gran paso. Tomar decisiones a favor del perdón a sí mismo lo puede conducir eventualmente a un lugar mental de paz y sosiego. Las bases están sentadas. Se recibió información del origen de su problemática, ya queda en sus manos. Con ayuda de su terapeuta, mi amiga y compañera en el estudio de Un Curso de Milagros, estoy segura que logrará cerrar el círculo de esta experiencia. El karma es culpabilidad, si entendemos esto con todas sus aristas, entendemos el juego por completo.
Tiene un buen amigo con el que comienza a experimentar con drogas. Poco consumo, mucho tráfico. Comienza a manejar grandes cantidades de dinero. Ya sobre los 18 años, vive con su amigo. Pasa todo muy rápido y con poca consciencia de lo que está pasando. Consume heroína. Un día intoxicado, tiene un horrible accidente de transito. Todos pierden la vida. Él iba solo en su carro rojo, el otro carro iba una familia, padre, madre y dos niños pequeños. La experiencia es intensa, sobre todo porque cuando muere, puede ver con mas claridad el escenario y las decisiones que tomó. La culpabilidad lo desequilibra y no lo deja darse cuenta que está muerto. El caso es que logré llevarlo hasta el momento en que algún ser querido lo busca para ayudarlo en su proceso de transición.
Aquí comenzó una travesía singular que me enamoró. Lo viene a buscar su madre en aquella vida, la cual no conoce en esta vida. Ella había muerto en el penal ya hacía algún tiempo y anhelaba un encuentro con su hijo. Lo abraza, lo consuela. Luego se encuentra en un lugar enorme como un gran jurado, con mucha gente, me dice. Esta planificando su próxima vida, su madre a su lado. Le dan como un álbum de fotografías de las que él puede escoger. A su madre le llama la atención la foto de un arquitecto, se emociona aconsejándole tomar esa opción, pero a él no lo cautiva. Pasa la página y ve la foto de quien es él ahora, en su actual vida, y exclama: Él, voy a ser él. Le pregunto: ¿Por qué te llama él la atención? y me responde: Su tristeza, me interesa su tristeza. Luego procedimos a terminar con la sesión.
Este episodio fue clave en el entendimiento de sus dramas actuales. Esta escena le recuerda la tarea que él mismo escogió para su vida actual, con una sensación inequívoca de su protagonismo en el diseño de su experiencia.
Luego conversamos con dilación para unir todos los cabos y comprender su historia. En su vida actual se ha mantenido lejos del consumo de drogas, ningún tipo de atracción. Sin embargo, ha tenido que lidiar con una depresión exacerbada sin causa aparente. En control psiquiátrico constante, consume tratamiento farmacológicos. Es un chico adoptado, él y su hermana. Sus padres adoptivos absolutamente dedicados a su educación, amorosos, diligentes.
Lo que yo puedo entender de la situación es que él, al darse cuenta de las consecuencias fatales de su inconsciencia y sus adicciones, se juzga a sí mismo severamente. Se mantiene alejado de drogas y alcohol, mas sin embargo, tiene que resolver la tristeza y sentimiento de culpa asociada al accidente. Por supuesto que los fármacos lo mantienen alejado del fatal suicidio, más sin embargo no encuentra paz.
Nada mas el hecho de salir de su sentimiento de víctima y sentirse responsable de su experiencia es un gran paso. Tomar decisiones a favor del perdón a sí mismo lo puede conducir eventualmente a un lugar mental de paz y sosiego. Las bases están sentadas. Se recibió información del origen de su problemática, ya queda en sus manos. Con ayuda de su terapeuta, mi amiga y compañera en el estudio de Un Curso de Milagros, estoy segura que logrará cerrar el círculo de esta experiencia. El karma es culpabilidad, si entendemos esto con todas sus aristas, entendemos el juego por completo.
Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta
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