Estamos completamente identificados con nuestro actual cuerpo físico. Me siento tentada a decir que es como si creyéramos que somos nuestro carro o nuestra ropa, y vienen imágenes a mi mente de personas que sí creen que sin carro no son nadie, y se valoran a sí mismos y por supuesto a los demás por el vehículo que manejan, así que, pues sí, somos nuestro cuerpo físico, entre otras cosas.
El miedo está relacionado con nuestro cuerpo. Insertos en la materia, vivimos en el tiempo. Somos libres de creer lo que querramos. El mundo es lo que es muy a pesar de nuestras creencias. Creíamos que el mundo era plano mas no por ello la tierra dejó de ser lo que es.
Para mi, somos una lección de vida. He tenido muchas otras lecciones de vida. He recordado algunas, otras no, pero aunque no tenga consciencia de estas lecciones, viven en mí, lo crea o no, lo sepa o no. Para mi, creer que solo somos nuestra manifestación actual es cómo si dijera que un niño de 8 años es segundo grado y negara que fue bebé y que eventualmente estará en la Universidad, o que incluso negara la sabiduría del autodidacta.
Cada vez que veo un mendigo recuerdo a aquel joven que llega a mi consulta ansioso por vivir y aprender, con ganas de tomar todas las oportunidades que le ofrece su vida actual. En un ladrón y asesino veo aquel médico que conocí y que me dejó fascinada con el hallazgo de aquella vida oscura y sin sentido, y sin embargo hoy en día vive con ganas de volcar su vida en ayuda a los demás. En una prostituta veo la entrega a sus hijos y el perdón. Los veo con los mismos ojos con que veo a un niño que crecerá, si hoy en día tiene 10 años con toda certeza sé que en 10 años tendrá 20. También sé que si su vida se interrumpe es respondiendo a una necesidad del alma, y por supuesto, a una decisión personal.
Llega a mi consulta una chica de 21 años. Interesada en el tema de las vidas pasadas es lectora de Brian Weiss. También ha vivido experiencias profundas y contundentes con Ayahuasca. Practica Yoga. Me cuenta que producto de una reciente mudanza se exacerbaron sus miedos. El edificio donde vive parece un sanatorio y teme perder la cabeza y enloquecer. Siente que los miedos la atormentan y que no tiene paz mental. Cree entonces que este miedo puede estar relacionado con vidas pasadas por lo que decide venir a mi consulta. Conversamos largo rato acerca de sus experiencias y las mías, hasta que se sintió más relajada y comenzamos nuestro trabajo.
La primera vida que recuerda parece ser una vida futura. Vive en una montaña, alejada de la ciudad. El personaje es blanco, de unos 26 años, habla un idioma que ella identifica como eslavo. Su madre es pelirroja, blanca, delgada, y mantienen una buena relación. Tiene un hermanito de unos 12 años al que quiere mucho. Tiene recuerdos de su padre, que muere cuando él es un adolescente y su hermanito un bebé. Él acepta su muerte. Es hermano y padre para su hermano. Es profesional pero no está a gusto con su trabajo. Maneja un vehículo que le cuesta describírmelo por lo raro que es. Es como un carro pequeño que anda a ras del suelo pero no lo toca, va como volando. Me describe con detalles un día cotidiano, sale a comprar comida y regresa a comer con su familia.
Luego me describe la ciudad donde va a trabajar. Ellos viven alejados en las montañas, pero trabaja en una ciudad muy moderna. No sabe bien en que, pero de lo que si esta seguro es de que necesita cambiar de trabajo. Luego va a otra ciudad a visitar a su novia. Esa ciudad es diferente, como más vieja. Van a un parque, caminan por la ciudad. Su novia y su madre tienen una tienda de dulces, tortas y pasteles. Pasa la noche allá y al día siguiente regresa a su trabajo.
Me describe un poco más su entorno y al rato me dice: Ya no tengo más nada que ver en esta vida. Entra como en un cuarto negro, abre una puerta y sorpresivamente se ve cayendo a si mismo por una cascada, muere instantáneamente. Vivía en la selva y se ve como aborigen. Lo recogen y lo llevan a su tribu en una camilla empalizada. Lo ponen en el centro y realizan un ritual mortuorio.
Me cuenta: Morí lleno de ira. Peleaba con alguien que me tiró por la cascada. El pleito fue provocado por mi. No veo porqué fue, los demás piensan que fue un accidente. Toda la historia tiene poca relevancia, lo más importante es que estoy lleno de ira. Me buscan seres espirituales y tratan de elevarme, pero no sé qué hacer con tanta ira. En seguida empieza a relatarme vivencias de otra vida.
Ahora estoy en un callejón oscuro. Es un lugar muy feo y desagradable. Hay una mujer. Es una escena de violación. No siento nada, solo veo la escena. Parece un Londres sucio y pobre tipo 1800. Visto arapos. Sí tengo familia, somos muy pobres. Tres sujetos me buscan para matarme porque saben de la violación. Me envisten en un callejón y me dan un tiro en un ojo. Muero lleno de ira.
Ahora estoy como en un hospital donde seres espirituales me asisten. Me dicen que hay una vida en la que me curé de la ira. Enseguida empieza a describírmela.
Me cuenta: Ahora soy una niña. Vivo en un hogar muy violento. Abusan de mí de todas las maneras posibles, pero no siento odio. Mi padre abusa de mi sexualmente. También me pegan constantemente. No dura mucho esta vida. Muero a los doce años. Mi padre me pegó hasta matarme. Me salgo de mi cuerpo. Los perdoné aún antes de morir. No los culpo, no los odio.
Aprovecho este momento de recuerdos de la vida inmaterial para que pueda comunicarse con sus guías espirituales. Le dicen: La visión de la vida futura fue para que supieras que ibas a estar bien. La paz que buscas la vas a encontrar.
Para este momento estamos las dos completamente agotadas y terminamos entonces con la sesión.
Cada camino es completamente individual y personal como lo son nuestras huellas dactilares. No podemos caer en generalizaciones. Para mi fue una experiencia muy profunda y hermosa. Me siento muy orgullosa de mi amiga y de su valentía al ser capaz de verse de una manera tan cruda y descarnada. Me atrevo a pensar que fue capaz de verse así porque el perdón ya es parte de ella. No sufrió, no lloró, no hubo asombro ni desgarre. Solo hechos. Solo una historia que contar. Quizás para mí. Quizás para ti.
Me conmueve e incluso me da una sensación de certeza, pensar que su historia es una ofrenda para todos nosotros. Ella ahora tiene otros retos. La ira no forma parte de su agenda actual. Su trabajo ahora es crecer en luz y deshacer su miedo. Nada fácil. Las herramientas están. El trabajo hay que hacerlo.
No hubo datos acerca de su miedo al sanatorio o de su miedo a la locura. Sin embargo, recibió mucha información. Yo estoy convencida de que el alma otorga lo que la persona necesita para crecer. Quizás esta experiencia le de certeza acerca de la guía que recibe. Quizás la ayude a crecer en confianza con respecto a su proceso evolutivo. Quizás la ayude a entregar sus miedos y a confiar en la sabiduría de la vida. Quizás todo junto. Seguramente hayan elementos que escapan a mi comprensión y ella les encontrará sentido.
De lo que sí estoy segura es de que después de esta regresión
no volveré jamás a juzgar el dolor ajeno. Otra sensación en la que tengo
que trabajar es en la de querer ayudar, o "salvar" a otros de las
injusticias en las que están inmersos. Primero, porque no tengo ni la menor
idea del porque esa persona se creo esa realidad, podría estar incluso
estorbando su aprendizaje. Segundo, esta percepción esta teñida de mis
dolores, de mis injusticias, de mis sufrimientos. No estoy diciendo que
debamos todos cruzarnos de brazos y no hacer nada, cada quién debe
actuar según le dicte su corazón. Simplemente me siento cada vez más
asombrada ante la grandeza y hermosura de esta escuela que llamamos
tierra y sí, cada vez me siento más tentada a cruzarme de brazos y nada más sentarme a
ver lo bellos que somos.
Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta
Hipnoterapeuta
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