Esta fue
una regresión profundamente conmovedora. Una historia de amor digna de novela.
Mi amiga actualmente tiene una relación amorosa bastante accidentada. Ella
quiere saber si ellos realmente tienen historias juntos en vidas pasadas y
principalmente quiere saber el porqué de tal apego emocional. También me
manifiesta que quiere buscar información sobre la relación con su madre, la
cual considera difícil, conflictiva y además de papeles invertidos. Mi amiga es
una joven de unos 25 años, resuelta, con empuje y sin miedo a la vida. Tiene un
hijo de seis años de una relación anterior. Su pareja actual es 20 años mayor
que ella. Me habla con total libertad sobre su vida y la noté centrada y clara
acerca de su necesidad de comprensión de la historia de su alma. Procedimos
entonces a comenzar nuestra sesión.
Comienza relatándome que está en un
jardín. Me cuenta: Estoy jugando sola, es un jardín muy grande, verde, hermoso.
Tengo 13 años. Soy muy blanca, de pelo rubio y largo, un poco ondulado. Atrás
de mí una gran casa de campo. Me dirijo a la casa y entro. Hay muchas lámparas
bonitas. Me asomo a la cocina, pero no tengo permiso de entrar. Veo desde
afuera unas seis mujeres cocinando. Están cocinando pavo. Subo las escaleras.
Arriba hay unas seis habitaciones. Entro a un gran baño, hay un olor a flores
muy rico, es el baño de mi madre, ella siempre compra flores, es amplio y muy
hermoso. Su cuarto está al lado, me asomo, no hay nadie. La invito a visitar
todos los otros cuartos, pero no hay nadie en ellos. Luego entra a una
habitación muy adornada. Es mi habitación, dice. Estoy sola, siempre muy sola.
En este momento ve una fotografía y
recordándose de su padre comienza a llorar. Cuando se calma me cuenta: Estoy
muy triste, mi padre se fue hace mucho tiempo ya. No sé para donde, no sé por
qué. Nadie me cuenta nada. Nadie habla de mi padre. Siento que estamos
escondidas, que nadie nos conoce, que nadie sabe nuestro nombre. Todo el tiempo
estamos solas, mi madre y yo, junto con el servicio de la casa.
Trate de indagar el motivo de tal soledad,
pero ella simplemente no sabía nada. No era informada de nada, lloraba en
soledad, nunca preguntaba nada a nadie tampoco. No iba al colegio, no tenía
amigos.
Luego me cuenta que su madre tiene un auto
azul, de modelo muy antiguo. Suelen ir al pueblo de compras. Ellas viven
alejadas. Me cuenta: Caminamos por el mercado. Es como un mercado libre,
en la calle. Venden frutas, verduras y flores. Mi madre siempre compra flores.
También vamos a una panadería, donde compramos cosas para la casa y merendamos.
Me gusta pasar estos ratos con mi madre, debemos ser discretas y no hablar con
nadie. No creo que estemos en guerra, todo se ve normal, la gente se ve jovial
y tranquila.
Ya que teníamos pocos datos de lo que
acontecía en su vida la llevé a su temprana infancia para comprender un poco
mejor el curso de los acontecimientos. Me cuenta: Tengo cinco años, vivimos en
una ciudad muy gris y oscura, no me gusta. Nuestra casa un pequeña en
comparación a la gran casa de campo donde estaba antes. Tengo un hermanito como
un año menor que yo. Se enferma, no sé de qué. Está en su cuarto, no puedo
verlo, no me puedo acercar, no puedo jugar con él. Viene un doctor a
verlo. Pasa como un año en cama, o por lo menos largo tiempo. Muere. Yo no voy
al entierro ni nada. Veo a mi padre. Usa traje oscuro, de chaqueta y corbata,
elegante, alto. No sé en que trabaja ni que hace, pero vivimos muy bien.
Tenemos que irnos. Nos vamos a la casa de campo. Él pasa poco tiempo con
nosotras, pero se tiene que ir. Lo vienen a buscar un carro muy grande, negro,
lleva muchas maletas. Se despide amorosamente de mí. Me dice que vamos a estar
bien. Sin embargo nadie me cuenta nada ni entiendo nada de lo que está
ocurriendo. Sé que no debemos hablar con nadie, ni decirle a nadie nuestro
nombre, ni tener amigos.
Fue realmente muy difícil y entiendo que es
natural que los adultos no quieran compartir sus sufrimientos y problemas con
los niños. Sin embargo, la ignorancia y desinformación hacían que esta niña se
sintiera totalmente perdida. Lo más triste es que hacen de la incomunicación
una forma de vida. Esta niña crece y se acostumbra a no preguntar, a vivir
aislada y sin saber las razones de los que les pasa. Con el tiempo, el dinero
empieza a escasear y despiden al servicio de la casa, quedando solo una señora
que era como la encargada. Esta es una señora mayor, de pelo rizado, gorda a la
que la niña quiere mucho. Incluso la reconoce en su vida actual diciéndome
asombrada que es su abuela. Esta chica crece, aprende a manejar. Su madre
envejece. Ahora es ella quien maneja cuando van al pueblo de compras. Me
cuenta: Ya no tenemos que escondernos, pero igual nunca hablamos con nadie. Hay
un chico en la panadería que siempre me ve con ojos amorosos, y me gusta, pero
nunca soy capaz de hablar con él. Pasan los años y me cuenta: Ahora vamos al
pueblo a pie, ya que mi madre necesita caminar. Nuestra vida sigue siempre
igual. Ahí está el carro, pero no manejo. Más nunca sé de mi padre.
Sigue su relato muy consternada: Mi madre
enferma. Esto no me lo esperaba. Al poco tiempo muere. Estoy desesperada.
Simplemente renuncio. Tomo un frasco de las pastillas de mi madre y me lo tomo
entero. Muero sumida en una gran tristeza y desolación.
Esta fue una escena muy difícil de recordar.
Lloró profusamente. Al rato, cuando logra calmarse me cuenta: Estoy muerta,
sigo siendo yo misma. Estoy sola, envuelta en un profundo dolor. Veo a mi
familia a lo lejos. Mi madre, mi padre y mi hermano están allí, los veo pero no
puedo alcanzarlos. Simplemente estoy sola, triste, y además como cómoda en mi
tristeza. Paso mucho, pero mucho tiempo así. Yo la invito a llegar al momento
en que termina su duelo. Sí, me cuenta, un día llegó un ángel y pude oírlo. ¡Es
mi ángel! exclamó con una sonrisa y lágrimas de alegría en sus ojos. Mi ángel
me dijo: Ven, tú puedes... Y yo dije: está bien... y me fui con él. Mi ángel es
él, me dice asombrada y satisfecha al mismo tiempo, es mi amor, mi novio en mi
vida actual. Me lleva con mi familia. Ahora soy una niña otra vez y estoy
jugando con mi hermano. Estamos los cuatro juntos y somos muy felices. Ahora lo
entiendo todo. Éramos judíos, a mi padre lo agarran escapando y es llevado a un
campo de concentración. Estando allí trata de escapar y muere asesinado en el
intento. Ahora estamos los cuatro juntos otra vez cómo queríamos estar cuando
estábamos en el plano físico. Es este estado de felicidad se queda un buen
rato.
De golpe y sin mayor preámbulo comienza a relatarme
memorias de otra vida. Me cuenta: Ahora vivo en Francia. Mi padre trabaja para
el rey, pero no somos parte de la corte, no vivimos en el palacio, pero sí
cerca. Mi padre forma parte de los consejeros del rey, hace cuentas, lleva
libros. Yo estoy enamorada, pero nadie lo sabe, solo una prima de mi edad que
me ayuda a conseguirme con él. Él es de una clase social por debajo de la
nuestra, por lo que nuestra unión no sería aprobada, él es carpintero. Mis
padres tienen un pretendiente para mi y me obligan a casarme. Mi esposo también
pertenece a la clase política y trabaja en el castillo. De alguna manera
estamos claros que no nos amamos, el toma mucho alcohol y realmente me irrita.
Además tiene una amante. Por lo tanto, él tiene su vida y yo la mía, tratamos
de ser discretos, a pesar de todo. Tengo dos hijos hermosos. Reconozco a mi
hijo varón de aquella vida, es el hijo de mi actual pareja. En aquella vida,
mis hijos son de mi amante. A pesar de que es un amor secreto y escondido, y de
que tampoco podemos vernos tanto como quisiéramos, nos amamos profundamente. Me
enfermo y muero, no tenía ni cuarenta años. Mi amante se queda solo y triste el
resto de su vida. Cómo yo no estoy, más nunca puede ver a sus hijos y esto es
muy duro para él. Yo estoy viéndolo siempre, aunque él no lo sepa, y viendo mis
hijos crecer. No estoy triste, solo espero.
De repente empieza a contarme hechos de otra
vida: Ahora estoy en Francia otra vez. Mi novio en mi vida actual es ahora mi
esposo. Vengo de una familia muy influyente, son todos políticos. Mi familia
ayuda a mi esposo a surgir en la política. Nos queremos mucho, pero él tiene
muy mal carácter. Pierde los estribos y suele pegarme. Yo no le digo a nadie,
pero mi familia lo sospecha. Tengo 2 hijos pequeños. Un día peleando cerca de
la escalera me golpea y me caigo, me doy un mal golpe en la cabeza y muero al
instante. Mi familia lo pone preso en la Bastilla. Mis hijos los cría mi
hermana. Los veo crecer, pero me entristece que no vean a su padre. Se quedaron
huérfanos en un día. Mi hermana los trata bien y ellos tiene una buena vida. Yo
los cuido desde donde estoy. Mi esposo se siente muy culpable por lo que hizo y
su culpa es un infierno para él. A pesar de todo yo no lo culpo, yo lo amo.
Espero pacientemente para recibirlo en su muerte y decirle que ya lo he
perdonado, me entristece su estado. Hemos vivido muchas vidas juntos, esta fue
la peor. La vida en Francia en que fuimos amantes fue nuestra mejor vida.
Siempre sufrimos mucho, nunca hemos logrado una vida de completa armonía.
Nuestras almas anhelan poder lograrlo. También tuvimos otra vida en Argentina.
En estos momentos comienza a relatarme su vida
en Argentina: Esta vez somos mejores amigos. Tenemos una relación maravillosa
pero yo no comprendo que él está interesado en mi como pareja. Yo tengo un
novio con el que me caso y él lo acepta. Después de casada me declara su amor y
nos convertimos en amantes. Sin embargo, yo no dejo a mi esposo y tengo dos
hermosos hijos varones. Continuamos con nuestra relación a escondidas hasta que
él me manifiesta que quiere casarse. Yo me pongo furiosa. Tenemos una gran
discusión y no nos vemos más el resto de nuestra vida. Me concentro en mi
familia, mis hijos crecen, son hombres de bien. También tengo una buena
relación con mi esposo. Siendo ya muy mayor me entero que fue arrollado por un
carro. Siento una leve nostalgia por él, pero es sólo un lejano recuerdo. Esta
fue una buena vida. Viví hasta los 84 años. Muero durmiendo en mi cama. Estoy
satisfecha.
Aprovecho estos momentos de vida inmaterial
para que ella pida asistencia a sus maestros y reciba las respuestas que
necesita. Me cuenta: Decidimos nacer en el mismo país, pero con diferencia de
edad, sólo por si yo llegaba a necesitarlo. No queríamos estar juntos porque
siempre nos causamos mucho sufrimiento. También comprendo la relación con mi
madre. Necesitaba perdonarla. Ella era la amante de mi esposo en una de las
vidas en Francia. Mi esposo alcohólico de aquella vida fue mi padre en esta
vida, y también en nuestra vida actual el alcoholismo dominó. Comprendí todo lo
que ellos habían sufrido y necesitaba perdonarlos, ahora lo comprendo. Me
manifiesta que está muy cansada y procedimos a finalizar nuestro trabajo.
Fue realmente un trabajo agotador. Yo estaba
completamente involucrada en su historia al punto que lloré con ella en
repetidas ocasiones. Al terminar estábamos las dos abrumadas con la cantidad de
información recibida. Sus memorias fluyeron de manera armónica y dulce,
siguiendo mis sugerencias sin ninguna fricción, completamente entregada a la
experiencia.
Algo que no puedo dejar de comentar fue su suicidio
en aquella vida de soledad y aislamiento. A pesar de que cada vida es única y
son nuestras decisiones las que determinan como la vivimos, es claro que lo que
recibimos en momentos de desesperación como este es ayuda, no castigo. Además
me ratifica el hecho que recibimos ayuda cuando nos dejamos ayudar.
Otra cosa a la que necesito hacer referencia a es
nuestra mala costumbre de juzgar, y peor aún, de compararnos unos a otros.
Cuando vemos parejas perfectas muchas veces sentimos envidia o culpa, o incluso
hasta nos sentimos víctimas preguntándonos ¿Por qué ellos sí y nosotros no? o
quizás nos decimos "yo quiero a alguien como ella o como él en mi
vida" sin tener la menor idea del largo camino recorrido por dos almas
hasta lograr poder crearse una vida de armonía.
Para mí, estas experiencias significan un crecimiento
enorme y amplían mi perspectiva de lo que significan nuestras experiencias en
el plano físico. Por eso las comparto con ustedes. Espero que mi trabajo aporte
un granito de arena en la expansión de tu consciencia y la comprensión de tus
lecciones de vida.
Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta

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