lunes, 28 de julio de 2014

El amor, sabiduría del alma.

     


     Hoy les relato la regresión de una señora muy hermosa. Sanadora, especialista en PNL, dedicada al trabajo de ayudar a los demás. Ella me cuenta que busca un mensaje del mundo espiritual para resolver asuntos internos aún no claros para ella.



     En una conversación muy agradable compartimos experiencias de trabajo y realizaciones espirituales sentiéndonos enormemente identificadas. Comenzamos entonces nuestra sesión.



     La primera imagen que tiene es de estar caminando por un jardín. No sabe bien donde está ni por qué. Busca información a su alrededor y se da cuenta que esta en un cementerio. Se encuentra parada frente a un muro con una baranda que la separa. Ve a una mujer vestida con un suéter verde, pero de espaldas, no sabe quién es.



     Luego salta a una imagen de una niña jugando en un jardín. Tiene unos cuatro años, está sola y juega con un envase en lleva en la mano. Recuerda claramente su nombre, se llama Genoveva. Es mi hermana mayor, me dice. Yo estoy muy pequeña y la veo a lo lejos desde la casa. De golpe la invade una gran tristeza y lágrimas corren por su rostro. Me cuenta: Está muy enferma, le dio meningitis y muere. Mis padres me cambian el nombre, me ponen su nombre.



     Estos recuerdos son de su infancia en su vida actual. Me comienza a relatar su tristeza profunda por la muerte de su hermana cuando era una niña de menos dos años. Siente que nunca pudo llenar el vacío que dejo ella. También siente que sus padres la vieron a ella como un reemplazo, o por lo menos ella lo sintió así. Creció con eso tapiado pero latente, sin saber que estaba allí, escondido. Se da cuenta que la mujer del cementerio es ella, Genoveva, como adulta, como diciéndole que la había acompañado toda su vida.



     En estos momentos comencé a sentir las manos muy calientes y comprendí que era energía de sanación para mi amiga. Dejé que fluyera por largo rato mientras ella lloraba, se sentía muy cansada y extremadamente triste.



    Después de un rato se sintió más aliviada y me comenzó a relatar otro escenario. Me cuenta: Ahora estoy en un paisaje montañoso muy hermoso. Estoy arriba de una colina y hay un paisaje de valles muy hermoso a lo lejos. Es un momento de soledad y paz.



    Empiezan entonces a surgir memorias de una vida pasada. Hay muchas piedras, me dice, me ayudo a subir agarrándome de un muro de piedras. Voy vestida como con una batola de tela sedosa agarrada en la cintura, de color verde, uso sandalias. Pelo largo y oscuro, de piel muy blanca. Tengo unos 25 años, y soy muy delgada y fuerte. Me siento bien, me gusta esta sensación de libertad. Vivo en una casa de piedras muy rústica, completamente sola. Me alimento principalmente de unas frutas dulces, muy ricas, pero no las reconozco ahora, no sé que son.



     Entonces la llevé a su niñez para conocer la vida de este personaje. Me cuenta: Tengo unos diez años. Vivimos en las montañas. Tengo muchos hermanos, unos mayores, otros menores, somos cinco. Mi madre lleva uno en brazos. Tenemos cabras, y las llevamos a pastar. Mi padre esta fuera, buscando la comida. Es una vida sencilla, pero siempre estoy muy contenta. Cuando crezco me voy a vivir a la casita de piedras, sola. No me caso, no tengo hijos.



    Traté de buscar relaciones pero no hubo nada mas que una soledad y plenitud total. Tuvo una larga vida de ermitaña. Se vio a si misma crecer, madurar y envejecer completamente sola y feliz con su soledad. Murió de vieja, ya encorvada, extremadamente delgada y con el pelo largo y blanco.Sin mayores contratiempos murió mientras dormía.



     En el momento de su muerte entra en un estado de plenitud en el mundo inmaterial de los más potentes que haya visto antes. Dice: Estoy con otros, siento mucho amor. Me aman y yo los amo. Le sugiero que pregunte, que busque sus maestros, me contesta que no hace falta, que lo comprende todo. Una sensación de plenitud la embarga por completo, su campo energético se siente liviano. Se queda en este estado largo tiempo, con pocas palabras. Al rato me manifiesta que ya es hora y que tiene cosas que hacer. Procedimos a terminar con la sesión.



     Se levanta de su meditación impresionantemente rejuvenecida. Muy feliz y tranquila. Me dice que cuando se refirió a cosas que hacer, se refería a cosas que hacer en el mundo material, nada específico del día. Que el amor que sintió fue una experiencia que nunca antes había experimentado, que era como si el amor estuviera adentro y afuera de todo lo que la rodeaba. Estaba profundamente agradecida, y yo a ella por brindarme la oportunidad de vivir con ella esa experiencia, que a pesar de haber sido solo una espectadora de alguna manera lo viví con ella. 



     Fue una experiencia sencilla pero muy potente. Para mi, un reconocimiento de la sabiduría de su alma.

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