miércoles, 4 de junio de 2014

Nadie nunca me importó más que mi dinero

       



       
     La persona que me ocupa hoy se ha dedicado a estudiar datos y más datos por mucho tiempo, con mucha memorización, por lo que sus capacidades de visualización estaban un poco atrofiadas. Fue frustrante al principio pero insistimos y lo logramos. Recordó tres vidas con encuentros con su maestro en su período entre vidas. Un aprendizaje contundente para él, que lo dejó muy impresionado, movido e incluso satisfecho y orgulloso de ver el camino ya recorrido. 

     La primera imagen que logra ver es la de un señor de barba blanca, vestido en túnica blanca larga. Él no podía discernir si era él mismo o alguien allegado a él; no le habla, solamente lo ve. Le pregunto a qué cultura lo relaciona y me dice que parece un sabio griego, pero no está seguro de nada.

     En seguida se encuentra en una fábrica de guillotinas. Me dice que está en Inglaterra. Pasea por los pasillos y observa las máquinas, las herramientas. Se siente como un niño. Ve una carroza que se acerca y a unas personas que presume son unos guardias. Están negociando la mercancía, montan cajas y se van. Vive en una aldea, pasea por las calles y se dirige a su casa, que es de madera, sencilla. Recuerda su nombre: Charles. Su madre camina preocupada de un lado a otro de la casa. Su hermano Lowen se tiene que ir a la guerra, ve un rifle apostado en una esquina de su casa. Le llama la atención sentir la ingenuidad de aquel niño que pareciera que no le importa nada. Luego se ve a sí mismo paseando solo por un paisaje de amplias praderas muy hermoso y verde. Hay un lago y logra verse el rostro. Me dice: Soy muy blanco y tengo muchas pecas, tengo como 8 años, tengo los ojos muy azules, como los de mi madre. 


     Sin más datos de esta vida, de repente empieza a girar a gran velocidad, como en un torbellino, se siente incluso hasta mareado. Le digo que respire profundo, que baje la velocidad poco a poco. Esta en un pueblo vaquero, árido y seco. Llega a una cantina, amarra a su caballo afuera donde hay una pileta con agua y entra. Ve a una mujer y sonríe, es muy bella, dice. Lleva un vestido muy ceñido al cuerpo de falda ancha con armadores, blanco. Sin más datos de esta escena me cuenta que se dedica a vender café. Luego ve a un señor con el que trabaja, muy elegante, de traje oscuro y sombrero alto, parece su padre, pero el dato no queda claro. Están en una estación de tren, enviando la mercancía. El señor esta conversando y negociando con otra persona y él esta un poco distraído con el paisaje. Este señor le enseña todo acerca del negocio y quiere prepararlo para que se encargue del mismo. Ve unos empaques de café, unos en una envoltura verde y otros en rojo y dorado. Ve el nombre, pero no distingue todas las letras, dice que empieza con W pero no logra distinguirlo. Traté de buscar relaciones que nos dieran más datos sobre estos recuerdos, parecía una persona muy centrada en sí misma, se sentía fuerte y capaz, sin embargo no hubo datos de su vida emocional trascendentes.

     De pronto, se encuentra en un cuarto muy pequeño, una mujer está pariendo, se da cuenta que es testigo de su propio nacimiento, hay una mujer que la asiste. De pronto se asombra al descubrir que aquella parturienta en su hermana mayor en su vida presente. 

     En seguida salta a su adolescencia. Su madre está un poco inconforme con la vida que lleva pues casi no pasa tiempo en casa y lo regaña. Tiene una hermana a la que no presta mucha atención, sin embargo la reconoce como su hermana menor en su vida actual. 

     Me cuenta: Tengo unos 17 años, uso una braga de tela de jean y reparto periódicos en mi bicicleta. Vivimos en una casa de madera sencilla pero bonita, dice, vivo en Michigan. Lo que me interesa es el periódico, quiero aprender tipografía y me toman como aprendiz.  Empiezo a trabajar desde muy joven. Aprendo todo el funcionamiento de la imprenta y reúno dinero, quiero fundar mi propio periódico. Su vida emocional parece intrascendente. Su mamá y su hermana están, pero a él no le importan mucho, le importa su trabajo. 

    Luego tiene memorias de ir en un carro, de viaje. Es un carro muy antiguo, de diseño cuadrado, de color negro, que además anda muy despacio. No tiene cauchos, me dice sorprendido, son como enormes aros de metal. Pero lo que recuerda de este momento es la incomodidad del ambiente. Su esposa a su lado, sin hablar, aislados, y su hijo atrás molesto y lloroso. Se separan y él vive solo, pendiente su dinero, de su negocio. 

    Vive cómodo, en una casa bonita con ventanales que dan a la calle donde ve a niños jugando baseball. Su hijo lo visita para cosas puntuales, a llevarle comida o algo que necesite, pero con una relación muy seca. Él quiere acercarse, pero siente que no puede, que están distantes, que no tienen nada en común. Lo ve alejarse por la ventana sintiendo que son dos extraños. 

     Se siente viejo, cansado y sobre todo solo. Siente un fuerte dolor en el pecho, sufre un paro cardíaco. Su hijo lo lleva al hospital, se complica y muere. Cuando se ve fuera de su cuerpo se da cuenta de que su hijo, sentado al lado de su cama, cubriéndose el rostro con sus manos, llora discretamente, y me cuenta asombrado: No puedo creer que este llorando, él me quiere, a pesar de que nunca lo tomé en cuenta, no lo abracé, no le dije que lo quería. Pasé mi vida pensando solo en mi negocio, en mi dinero, en mi posición social, en mis logros, nunca quise a nadie. 

     Es estos momentos tiene un encuentro con su maestro, aquél de la barba blanca. Ahora sí lo reconoce, es mi guía, dice, me habla: Esto es lo que quería que recordaras, que vieras las decisiones que tomaste en el pasado. Ahora tienes la oportunidad de corregir tus errores, no lo olvides.

  Procedimos a terminar con la sesión. Se incorporó profundamente conmovido con la experiencia, exclamando: ¡Increíble! ¡esto es algo que hay que vivirlo! decía una y otra vez. Conversamos largo rato acerca de sus impresiones y de sus valores actuales. El siente que si bien fue la curiosidad lo que lo impulsó a querer hacer una regresión, esta le mostró su camino y la dirección en que debe mantener sus decisiones.

     Es una experiencia muy contundente sentirse identificado con estos personajes. Nuestra vida psicológica gira en torno a los aprendizajes en los que estamos inmersos y nuestras vidas se entrelazan para proporcionarnos estas oportunidades de aprendizaje y expansión. 

     Otro punto que siempre me conmueve es el darme cuenta de lo importante de sentir en carne propia que la muerte no existe. Una cosa es leerlo, intuirlo, creerlo y otra muy diferente vivirlo. En la regresión te ves inmaterial, te sientes sin cuerpo, te das cuenta que sigues existiendo como tú mismo, sin cuerpo. En el momento en que sales del cuerpo, la claridad sobre tus lecciones de vida es inminente, te comprendes a otro nivel. Yo sentí esto, y siempre es una satisfacción ver que una persona tras otra tienen esta misma experiencia. Poder tocar la vida de estas personas es siempre un privilegio y estoy enormemente agradecida de que me permitan poder asistirlos y por supuesto, que me permitan poder compartir con ustedes sus experiencias.

Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta


No hay comentarios:

Publicar un comentario