domingo, 16 de febrero de 2014

Soledad y aislamiento


     La siguiente regresión está llena de detalles familiares muy interesantes. Su regresión se desarrolla en la India. Empieza relatándome los preparativos y el movimiento en su casa con motivo de los arreglos matrimoniales para ella. Me cuenta que está triste, que ella no quiere casarse, que no se quiere ir de allí, que esa es su casa y no entiende por qué tiene que irse. 

     Me narra: Somos hindúes, mi papá es un hombre importante e influyente, somos de la más alta casta social. Soy la hija mayor y mi matrimonio parece que ser lo único que le importa a mi padre. Soy bonita, de pelo negro y largo, uso hermosos saris de telas sedosas y bellos colores. Mi madre está todo el día en la cocina. La reconozco, me dice con lágrimas en los ojos, es mi hermana en mi vida actual, son sus ojos, es ella. Me quiere mucho, la comunicación es fluida entre nosotros. Yo le cuento que no quiero casarme, ella me escucha pero no me dice nada, yo sé que me entiende, pero así debe ser. Mi hermana menor está celosa, ella dice que es fea. Yo no la veo fea, la reconozco, es mi prima en mi vida actual. Ella no tiene que irse, ella todavía no tiene que casarse. ¿De que me sirve ser tan bonita si igual tengo que casarme con alguien que no amo? Generalmente es mi hermana quien va al mercado, pero hoy no puede, me piden que vaya. Voy contenta, me gusta caminar por las calles y sentirme libre, olvidarme de mi situación, al menos un rato.

     Sigue narrándome: voy a comprar frutas y verduras. Hay un hombre Inglés que me mira a lo lejos, no me quita los ojos de encima. Es blanco, de pelo rubio, alto, bello. Me ofrecí para ir al mercado todos los días y mi madre estuvo de acuerdo. Siempre voy nerviosa con ganas de verlo. En mi casa todos lo días preparan comida especial para recibir a mis pretendientes con sus padres. No lo soporto. Mi padre está tan orgulloso de mí ¿Sólo por que soy bonita? Quizás porque soy su hija mayor y tengo muchos pretendientes. Ninguno me gusta, ni sus padres, ni las cenas interminables de "negocios", tener que sonreír y ser amable. Yo no quiero ser bonita, solo quiero vivir mi vida. No me quiero casar pero a nadie parece importarle.

     De golpe salta en el tiempo y me cuenta: Estoy embarazada. Siento malestar. Tengo que decírselo a mi madre y no se cómo. Esto es una gran ofensa. Me voy de mi casa para siempre. El Inglés se va, no puede estar conmigo, somos diferentes y lo entiendo. Lo trasladan a otra ciudad. 

     Ahora veo mi bebé. Con lágrimas en los ojos me dice: Que bello es!!! es hermoso, muy blanco, se parece a su padre. Lo reconozco, es mi madre en esta vida, me dijo asombrada bañada en lágrimas ¿Cómo no pueden quererlo? No puedo llevarlo a mi casa, no soporto la idea que lo rechacen ¿Por qué no pueden quererlo? Vivo sola en una casita muy rústica, todos saben que mi hijo es de un Inglés, nadie me habla, me rechazan a mí y a mi hijo. Él me manda un sobre todos los meses, no es mucho dinero pero suficiente para mantenernos. Él me quiere, yo sé que él me quiere, pero más nunca viene a verme, ni me escribe, nada, solo el sobre todos los meses.

     Mi hijo crece sano y hermoso. Tiene pocos amigos, pero sí juega con un vecino. Mi vida es sencilla y austera. Casi no tengo amigas, pero hablo con los mercaderes y una que otra vecina, siempre me tratan con reservas. Mi vida es sencilla, cocino y me ocupo en los quehaceres de la casa. Me gusta pintar y dibujar. Lavo la ropa en el río. Casi no tengo cosas, ni zapatos, ni saris, pero a mi hijo no le falta nada.

    Fue una regresión muy sentida con muchas lágrimas, y algo que me gusto mucho fue su capacidad de ir contándome sus experiencias con los aprendizajes de ellas, muy consciente de su proceso emocional todo el tiempo. Me hablaba de lo injusto del rechazo racial, de la insensatez de la separación familiar. Me cuenta: Yo quería vivir mi vida y no estuve consciente del precio que pagaría por mi rebeldía. Vivo completamente sola, un matrimonio inter-racial es inconcebible. Él se casa con una mujer como él. Los de mi raza me rechazan por tener un hijo tan blanco, lo ven como una traición, ellos son los colonizadores, cómo pude hacer tal cosa, piensan, y me juzgan constatemente.

     Mi hijo crece, ya tiene 15 años. Le escribo al inglés. Le digo que él aquí no tiene futuro, que su hijo estaría mucho mejor con él. Le pido que le de la oportunidad de ser alguien. Esta de acuerdo y viene a buscarlo. Nuestro encuentro, trivial. No significo nada para él. Mi hijo se va. Nos escribimos siempre, para mí es muy difícil separarme de él, pero es por su bien.

     Ahora que estoy sola la gente es más receptiva conmigo. Poco a poco se olvidan de mi hijo inglés y tengo algunas amigas, la gente me trata mejor. Decido ir a visitar a mi madre. Nunca llevé a mi hijo por miedo al rechazo, no quería que lo trataran mal. Ahora que estoy sola quiero ver a mi familia, sobre todo a mi madre.

    Mi casa, la misma, como si el tiempo no hubiera pasado. Mi madre me abraza dulcemente. Mi hermana se casó, tiene hijos y vive según las tradiciones familiares y culturales. Mi padre murió. La culpa y la tristeza de perderme lo afectaron mucho. Camino por mi casa en silencio, mi cuarto está cerrado, abro la puerta y no lo puedo creer, me cuenta llorando profusamente. Todo está intacto como lo dejé, mi cama limpia y tendida, mis cortinas, mis adornos, mi peinadora, mis saris, mis joyas, hasta mis zapatos ordenados. Sigue llorando y relatándome, ellos me quieren, siempre me quisieron, nunca me imaginé que conservarían todas mis cosas de esta manera. Nunca traje a mi hijo, para no ofenderlos, pero también por miedo a que lo trataran mal. Nunca le permití a mi hijo conocer a su familia, a sus abuelos, ni a su tía ni a sus primos. Mi madre muere poco tiempo después de mi visita.

     Tengo unos 45 años. Las cartas de mi hijo siempre son agradables. No lo veo desde que se fue con su padre. Veo al vecino que jugaba con él y me lo imagino como un hombre ya. Pienso que está bien y eso es suficiente para mi. Lo que más me gusta en pintar, tengo algunas amigas y mi vida es tranquila y apacible. 

     Estoy enferma, creo que de una infección estomacal. Tengo fuertes dolores, no le quiero decir a mi hijo para no preocuparlo. Ya es mi hora, me voy, es mi padre quien me recibe, me abraza dulcemente, me perdona, lo perdono, también está mi madre con él, nos vamos los tres. Llorando me dice, fue una vida difícil, pagué un precio muy alto por mi rebeldía, procedimos a terminar nuestra regresión.

     Hoy en día ella es una persona muy cautelosa. Ha logrado respetar los cánones establecidos sin dejar de ser ella misma. Su hermana, por el contrario, es una persona muy rebelde, suponemos que el haberse entregado a los preceptos sociales sin cuestionarlos es algo que en esta vida no se permite. La relación con su padre es difícil pero se tienen gran respeto y amor. Debido a la separación de sus padres viven lejos, en dos países diferentes y se añoran constantemente. A su padre le ha costado aceptar sus decisiones, sin embargo, al final logra aceptarla y apoyarla tanto moralmente como económicamente con sus estudios. El poder ver las relaciones familiares en aquella vida le ayudó a comprender como se han entretejido las relaciones en su vida actual. Otro dato interesante fue, me cuenta ella, que cada vez que se sentía sola quería tener un hijo, y esto le viene a la mente desde que tenía unos quince años. Al ver que su mundo era ella sola con su hijo comprende de donde viene este anhelo y me cuenta que este deseo desapareció después de la regresión. Me dice que entendió que venía del recuerdo inconsciente de aquella vida, y que ahora tiene la oportunidad de tomar decisiones diferentes. Se siente satisfecha con la experiencia y siente que ha enriquecido y expandido la imagen que tiene de si misma. Ciertamente una experiencia enriquecedora tanto para ella como para mi.

  
Maria Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta


No hay comentarios:

Publicar un comentario