Esta es una de las regresiones más difíciles que he hecho.
Me costó mucho unir los cabos sueltos e imaginarme la razón de sus
descripciones inconexas. Lo más difícil fue que no logré ninguna conexión
emocional, no hubo ningún recuerdo amoroso, ni historia, ni relaciones, ni
habló con nadie. Estaba completamente sola, deambulando en un caserón colonial.
Primero comienza
relatándome que es una mujer mayor, de pelo largo y gris, de unos ochenta años.
Usa un vestido a cuadros verde con una cinta en la cintura. Está en su cuarto,
está sola. Le pido que camine por la casa para buscar señales de donde está. Me
cuenta: Es una casa muy grande de muchas habitaciones. Está completamente
oscura, busco las velas pero no sé dónde están. Camino por los pasillos y veo
enormes cuadros de retratos, con marcos muy gruesos, pero no veo la cara de
nadie. Entro en una habitación, hay uniformes de guerra, le pregunté el color
de estos pero dudó al responderme, ve botas, armas de fuego. Es una casa
colonial muy grande, de dos pisos con patio interno y camburales a los
alrededores. No tengo ni calor ni frío. Sigo caminando, todo está oscuro. Bajo
a la cocina, hay un fogón pero está apagado, sigo sin encontrar las
velas.
Luego se siente como una mujer de unos cuarenta
años, tiene el mismo vestido a cuadros. Tampoco recuerda a nadie. No recuerda
ni a su madre ni a su padre. En un momento como que si cree que tiene hermanos
pero son recuerdos inconexos y no está segura. Le pido que salga de la casa y
ella camina hacia la plaza del pueblo, hay una gran iglesia, pero igual no hay
absolutamente nadie, me dice, esto está desierto, se fue todo el mundo. Pensé
que podría ser por motivo de guerra pero me dice que no, que no están en
guerra, que no sabe por qué pero no hay nadie.
Regresa a la casa y me sigue describiendo la
casa. Hay una fuente en el centro del jardín interno, pero no hay flores, es un
ambiente muy sobrio, me dice. Hay unas mujeres en la cocina, están vestidas de
blanco, de faldas largas y llevan la cabeza cubierta. Le pido que se acerque y
les hablé, pero se niega, me dice: Son el servicio de la casa, yo no hablo con
el servicio, no puedo, no me dejan. Hay un señor que da las órdenes. Por fin
creo haber hallado a alguien que nos diera pistas, pero tampoco, es un
mayordomo y tampoco quiere hablar con él. Le pregunto si hay caballos, y me
dice que no, que hay una carreta donde traen el oro, pero que está afuera sola,
sin caballos. Hay un cuarto lleno de lingotes de oro. Le pregunto qué hacen con
el oro, me dice que es de ella, que ella es la señora de la casa.
Ve movimiento en la casa, están trayendo sacos
de harina, de café, de azúcar, y los meten en un cuarto, como una despensa. Le
pregunto cómo es el cuarto y ella me responde que ese no es su cuarto, que su
cuarto es hermoso. Aprovecho esta oportunidad para que me describiera su
habitación. Me dice: es una habitación muy grande, con una cama con columnas y
techo, con mosquiteros a los lados. Un bello cubre cama dorado. Muebles muy
finos, todo muy elegante y bonito. Como sigue sin saber quién es, le pido que
retroceda unos cinco años a ver si logra ver alguien y saber que pasó, pero se
niega, me dice que no quiere retroceder. Le pregunto si está enferma, me dice
que no, que ella se siente bien.
Seguidamente le pido que se recuerde de cuando
era una niña, y me dice que vive en un convento, que lleva trenzas, pero que
parece ser otro lugar, hace frío y lleva un abrigo de invierno. También es como
un recuerdo fotográfico y tampoco podemos ir ni hacia adelante ni hacia atrás.
Luego parece tener un vago recuerdo de que
todos se fueron en un barco, pero dice que ella no se va, que esta es su casa,
que ella tiene que cuidar su oro. Empieza a sentirse muy incómoda y a moverse y
me manifiesta su necesidad de ir al baño, terminamos entonces su regresión.
Las dos nos sentíamos frustradas y sin entender su
experiencia. Me cuenta que los recuerdos eran vagos y que cuando vio a las
personas en la casa le parecían más bien recuerdos y no que estuvieran
realmente allí. Que la niña que recordó parecía ser otra persona, no ella, o
por lo menos no ella en esa vida.
Quedamos entonces de acuerdo en hacer otra
regresión a ver si le encontrábamos algún sentido, o si recordaba otra vida que
nos proporcionara claves para entender la experiencia.
Después de mucho pensar en su discurso pienso
que nos encontramos con los recuerdos de un fantasma. Cuando se lo comento me
cuenta que se sentía como volando, que nunca sintió el piso es sus pies. Por
otro lado comenzó su relato siendo una mujer muy mayor, pero nunca manifestó
ninguna molestia física. Luego era mucho menor pero seguía teniendo exactamente
la misma experiencia.
Entonces me recordé del libro que traduje:
Notas sobre la Partida, de April Crawford. Una de las cartas es de unas niñas
que mueren en un accidente en una carreta. Una de ellas busca desesperada a su
hermana, piensa que está herida, que tiene que buscar un médico para ella, que
tiene que ir al pueblo a buscar ayuda, pero no la encuentra. Se acerca alguien
a tratar de ayudarla, pero ella está muy molesta y no lo quiere oír. Cuando por
fin comprende que murieron las dos logra verla, y le pregunta, ¿Dónde estabas?
ella le responde "todo el tiempo aquí, al lado tuyo". Puede que
esta señora haya muerto a los ochenta años pero se queda cuidando su oro y no
acepta o no entiende que está muerta. Esto son sólo suposiciones mías tratando
de comprender los recuerdos de mi amiga. Me hacen sentido, sin embargo, solo lo
sabremos en una próxima regresión y esto si emergen las mismas memorias y
logramos ver cuando muere y cuando se da cuenta que está muerta y accede a irse
a otros planos.
María Eugenia Mantilla
Hipnoterapeuta
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